Las perspectivas del conflicto catalán

2018, probable distensión

Quien quiera tomar distancia emocional y desconectar una temporada del 'procés' y del 'antiprocés' ya puede empezar

ilustracion  de leonard beard

ilustracion de leonard beard / periodico

XAVIER BRU DE SALA

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Visto el final del 2017, lo mejor que se puede desear para el 2018 es que no pase a la historia. El que estamos a punto de estrenar no será un año de soluciones. No esperen pactos, ni siquiera propuestas de futuro que puedan suscitar consensos. Pero tampoco son previsibles episodios de ruptura o violencia como los que tan profundamente han traumatizado la sociedad catalana y marcado España.

El presente episodio se puede dar por concluido, aunque el pulso entre el Estado y el independentismo catalán proseguirá. Las voluntades a ambos lados no han variado. Nadie ha conseguido doblegar al contrario. Ambos consideran que van por buen camino, por eso se ahorran la autocrítica y no quieren ceder ni un milímetro, aunque ambos están lejos de conseguir su propósito. Nadie está en condiciones de ganar o perder, ni siquiera de presentar una batalla feroz. El año 2018 no tiene pinta de ser el año de la independencia de Catalunya. Ni el año del aplastamiento, la sumisión o el retroceso del independentismo. Vamos a sufrir, claro, pero menos. Quien quiera tomar distancia emocional y desconectar una temporada del procés y del antiprocés ya puede empezar.

Los que están o se sienten implicados de manera directa en la batalla no lo perciben porque el furor verbal no ha disminuido. Pero las audiencias, el interés, están bajando. Se nota en el consumo. Se nota en las conversaciones. Se percibe en el progresivo desinterés de la prensa internacional. Catalunya ha pasado a ocupar un lugar secundario en las agendas de las cancillerías y entre los dirigentes de la Unión Europea. El peligro inminente de ruptura o de escalada ya ha pasado. Conflicto enquistado, y que dure. Cuanto más tiempo pase sin nueva erupción, mejor. Ya sabemos que Europa es poco amiga de las medidas preventivas y, en el mejor de los casos, solo actúa cuando no hay más remedio.

No hay punto de encuentro

Tras la batalla, los contendientes y sus cúpulas no piensan en un armisticio sino en tres cosas. En primer lugar, se esfuerzan en desmentir la impresión de derrota o incluso de empate. ¿Se ha mantenido la unidad de España? Sí. ¿Se han reforzado, España y su unidad? No. Unos se agarran a la primera respuesta y los otros consideran que la unidad es ahora más frágil. No hay punto de encuentro ni siquiera en los análisis o los diagnósticos. Lo segundo a lo que se dedican las cúpulas es a prepararse mejor para el próximo combate, que no será una repetición del primero. Las disensiones del día a día entre JxCat y ERC o el sorpasso  que pronto veremos confirmado en los sondeos aunque sea como peligro, pueden ser muy entretenidos, pero no ponen en riesgo la unidad fundamental dentro de cada bloque. Las recomposiciones internas forman parte de los preparativos.

Todos los contendientes
se esfuerzan en reducir al máximo la visibilidad del pacto

También coinciden en la tercera dedicación, y podemos decir que colaboran a ella, no porque se hayan puesto de acuerdo, sino por idéntica necesidad de no aflojar. Todos los contendientes se esfuerzan en reducir al máximo la posibilidad de pacto. Los conciliadores estarán mal vistos. Los partidarios de una tercera vía serán considerados desertores. Ridiculizados los del lirio en la mano. Aún peor, cualquier reivindicación, sea de corredor mediterráneo, de Rodalies o de financiación del tercer sector, cualquier petición de aflojar, no digamos de abandonar, la represión judicial, serán consideradas por Madrid como aportación de munición al independentismo. Conmigo o contra mí. Catalunya debe ser castigada y vigilada. Respuesta: Catalunya debe ser liberada.

Impotencia de intentar el golpe final

No nos engañemos, la distensión del 2018 no se produce pues por falta de ganas de acabar de una vez por todas sino por impotencia de intentar el golpe final. Por eso se van los refuerzos policiales. No como signo de buena voluntad sino por mutuo y tácito reconocimiento de un inicio de tregua.

Los refuerzos policiales se marchan por mutuo y tácito reconocimiento de un inicio de tregua

Sin embargo, el panorama a medio plazo puede ser menos preocupante de lo que parece. El 21-D representa el reconocimiento arbitral de las urnas. El independentismo intentará convencer a más gente. Por eso se acerca a los comuns, y de paso disimula y justifica el retorno al soberanismo. El constitucionalismo tiene trabajo para reforzar y profundizar el principio de división social identitaria que acaba de aflorar. Sin embargo, Catalunya no está tan solo dividida entre partidarios y contrarios de la independencia, sino entre estos dos bloques y un tercero, formado por quienes pretenden conseguir un autogobierno auténtico sin romper España. Que este tercer bloque no tenga voz ni visibilidad, ni estrategia, no significa que no exista. Ni que no tenga que acabar dirimiendo y decidiendo con su voto.