Una reflexión al hilo de la Mercè
2016, Barcelona hierve
La ciudad es el milagro de la Catalunya moderna, y su característica 'rauxa' es constructiva y lo puede ser mucho más si se alía con la ambición
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
XAVIER BRU DE SALA
Quizá no somos suficientemente conscientes de ello, pero Barcelona vive uno de los periodos más dinámicos, rebeldes y contradictorios de su historia. Múltiples polos de tensión se concentran en ella y la empujan. Hacia la justicia social y la solidaridad, hacia la independencia, hacia nuevas dinámicas y experimentaciones. Las almas de cántaro que prefieran una ciudad acurrucada, tranquila, provinciana, pragmática, subordinada y a la defensiva, que se refugien en un baño maría con agua bendita. La Barcelona que sueña y rompe moldes dispone de energía para rato.
La que un siglo atrás fue conocida como ciudad de las bombas es ahora una olla a presión. Muy probablemente, ganaría el título de ciudad más inconformista de Europa. La rauxa es hija del inconformismo. Los nuevos arrebatos de rauxa catalana fluyen, se entrecruzan o se enfrentan en Barcelona. Los partidarios de las balsas de aceite lo viven mal. También los que, empujados por las convicciones y casi desbordados por la pasión, quisieran imponer sus proyecciones y arrinconar a los demás. Mientras los enfrentados no cambien la sonrisa por la mala leche, la ciudad no perderá la alegría. El grueso de su gente participa de cerca o de lejos, con un ojo crítico y otro a la expectativa. Y vota cambios, cambios sin descanso, cambios de un signo u otro, pero cambios en profundidad, no meros maquillajes.
UNA HISTORIA ESCRITA POR LOS PERDEDORES
Como sucede en todos los periodos de renovación acelerada, parece imprescindible mirar hacia atrás. Las certezas del pasado aligeran las incertidumbres del futuro. Pero debemos admitir que ningún país como Catalunya dispone de tantas versiones, y tan poco conciliables, sobre su historia. Incluso hemos conseguido desmentir a Julio César: la historia de la guerra civil ha sido escrita por los perdedores. No es nada extraño, pues, que unos hagan hincapié en la tenebrosa memoria del franquismo y otros protesten porque han escogido el punto de la ciudad, el Born, donde las estatuas del dictador hieren más sensibilidades. Esta fricción, que ocasiona una herida innecesaria, nos la podíamos haber ahorrado (como la del pregón).
Es hora de ponerlo todo encima de la mesa. La memoria fijada en la trama urbana no debe hacer olvidar las incalificables atrocidades que se cometieron en nombre de ideales que reconocemos como propios. A la genealogía del inconformismo que espolea Barcelona le conviene revisar las causas de aquel desastre y extraer lecciones contra el cainismo. Es imposible negar la razón a quienes recuerdan que el último periodo de rauxa de Barcelona acabó muy mal, pero es perfectamente posible, y conveniente, afirmar que esta vez puede salir bien. Aquel entorno europeo propiciaba la catástrofe, y el actual es una garantía contra los excesos. En cualquier caso, sobre el pasado hay que concluir lo siguiente: incluso perdiendo, y no pocas veces, hemos ganado. Quien lo niegue, los del Titanic, se deberá enfrentar a la opinión internacional que ha puesto y mantiene a Barcelona en lo alto de la escala del prestigio. Y no se habría encaramado ahí sin la persistente manía de revisar sus cimientos y desordenar para volver a ordenar.
ESCUCHAR Y EVALUAR LAS CRÍTICAS
No sabemos si el periodo de ebullición va a durar mucho, ni estamos en condiciones de evaluar gran cosa. Nos encontramos inmersos en él y podemos quedar arrastrados por los remolinos, aunque es poco probable. Por la estabilidad del entorno, porque las energías se manifiestan en positivo, porque la globalización no perdona.
Por eso la ebullición se debe enriquecer con el debate, aunque escueza. Por eso hay que escuchar todas las críticas y evaluarlas más de una vez. Avanzar y reflexionar. Detectar y enmendar los errores. Como se ha hecho con la supermanzana del Poblenou, de manera rápida y diligente. Como parece que se pretende con el proyecto de smart city de Schneider, si se está a tiempo de enmendar el estropicio. Como aún no parece que se vaya a hacer con el tranvía por el tramo central de la Diagonal, que no cabe, que es un tren, y por lo tanto peligroso, sin contar que con el mismo presupuesto se podría llenar la ciudad de autobuses eléctricos y hacerla así mucho más sostenible en mucho menos tiempo.
BAILAREMOS. O 'LA BALLAREM'
Barcelona no es heredera tan solo de desgracias, sino del impulso extraordinario que convirtió a aquella pequeña población de 100.000 habitantes invadida por las fuerzas napoleónicas en una gran metrópoli moderna que organiza dos exposiciones universales, que estalla de modernismo y que aspira a la máxima civilidad con el noucentisme. Barcelona es la obra mayor de los catalanes, el milagro de la Catalunya moderna. La rauxa también ha sido constructiva. También lo es. Y lo puede ser mucho más si se alía con la ambición, si los reticentes no confunden el seny con lo grisáceo, la tristeza y la mediocridad.
Estamos en el baile y bailaremos. O la ballarem. ¡Feliz Mercè 2016!
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