Opinión | EL ARTÍCULO Y LA ARTÍCULA
Juan Carlos Ortega
112 metros
La hermana de una amiga se marchó hace seis meses a Nueva Zelanda para trabajar. Estudia el comportamiento de los delfines y le ha salido una oportunidad magnífica en las antípodas.
El problema es que las dos hermanas se echan mucho de menos. Pese a que pueden verse a diario a través de Skype, no soportan el alejamiento físico.
A veces, las cosas simbólicas son muy importantes, y ellas, que lo saben, llevan dos meses haciendo algo que me ha impactado. Me lo dijo mi amiga el otro día, durante una cena, y me emocionó tanto que he decidido contárselo a ustedes.
Todo surgió en una conversación que mantuvieron hace un tiempo. Estaban hablando, cada una en su habitación, mirándose a través de la pantalla del ordenador, cuando empezaron a ponerse sensibles. Se decían una a la otra lo bonito que sería poder estar juntas. Aquello era un deseo casi imposible, porque la dura realidad es que no volverían a encontrarse hasta que transcurriera un año.
La hermana de mi amiga está escarbando en el suelo, con un pico y una pala, para rebajar día a día las distancias
Fue en ese momento cuando mi amiga le dijo a su hermana que, durante ese tiempo, podrían hacer algo para acercarse. Había tenido una idea, tal vez muy tonta, pero que les daría la sensación de estar algo más juntas.
Lo que se le ocurrió a esa chica les parecerá una locura, como me lo pareció a mí, pero ya les digo que lo simbólico es más importante que lo que todos tendemos a pensar. Pactaron ambas dormir cada noche en una cama algo más baja, para reducir así la distancia entre Barcelona y sus antípodas. Cada una compró un colchón más delgado y, aunque dormían algo más incómodas, esos cuatro centímetros de proximidad (dos por cada colchón) les daban la sensación de estar más cerca por las noches.
Estuvieron así un par de semanas, hasta que esa aproximación les pareció poca cosa. Terminaron quitando las patas del somier, para restar algo de distancia, pero al cabo de unos días decidieron quitar incluso el somier y dormir directamente con los colchones en el suelo. Se habían aproximado, en total, un metro y cuarenta centímetros.
Acercase más todavía
Así estuvieron durante un mes, hasta que tomaron la decisión de acercarse más todavía. Mi amiga alquiló un piso más bajo (vivía en un tercero y consiguió un entresuelo) y su hermana, que vive en una casa, se fue a dormir cada noche al sótano. No es un lugar agradable, porque tiene mucha humedad, pero al menos, sumando distancias, conseguían estar casi ocho metros más cerca.
Ahora ya han decidido ir más allá, y la hermana de mi amiga está escarbando en el suelo, con un pico y una pala, para rebajar día a día las distancias. Mi amiga se ha ido a vivir al Port Olímpic, para estar más próxima al nivel del mar. En total, han conseguido acercarse 112 metros y no tienen previsto terminar el proceso de aproximarse cada vez más.
Les parecerán poco 112 metros comparados con la distancia que las separa, pero son 112 metros simbólicos que, para ellas, equivalen a 20.000 kilómetros. Les seguiré informando y les prometo que, cuando la hermana regrese a España, serán ustedes los primeros en saberlo.
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