Votar 'sí', votar 'no', no votar
La prefectura del 'procés' necesita que los catalanes no independentistas vayan a las urnas, de haberlas, para dar pátina democrática al 1-O
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Cerca de dos millones de catalanes votaron ‘sí-sí’ a la independencia en el proceso participativo del 9-N, y repitieron en las plebiscitarias del 27-S. Salvo que hayan perdido la ilusión, decepcionados por las idas y venidas de un ‘procés’ cada vez menos sonriente, cabe esperar que el 1-O acudan en similar número a las urnas, de haberlas. El suelo de participación del referéndum unilateral se situaría, pues, en torno a un tercio del electorado.
En su nonata ley del referéndum, Junts pel Sí y la CUP no fijan un quórum mínimo para el 1-O, pero sus portavoces reconocen que, para presumirse vinculante, debería superar los tres millones de papeletas (un 55% del censo). Descontada la afluencia a las urnas de los convencidos, paradójicamente lo que realmente necesita el independentismo es que voten los detractores de la secesión, para así dotar de pátina democrática al pretendido referéndum.
DAR MIEDO
¿Qué incentivos tienen para votar 'no' los catalanes reacios o contrarios a la independencia? Pocos, apenas ninguno. Acaso, protestar contra el inmovilismo del PP, como hicieron algunos el 9-N sabiendo que era inocuo. Como lo será el 1-O, solo que esta vez el 'no' solo contribuiría a elevar la participación y así legitimar el ‘sí’ a la hoja de ruta rupturista, tan incierta como impracticable. De ahí que el oficialismo secesionista alardee de “dar miedo”: quiere convencer a los no independentistas de que con su abstención abrirían la puerta a la independencia.
En esta clave se inscriben los movimientos de la prefectura del ‘procés’, los conocidos y los clandestinos. En público, el Govern da por hecha la independencia exprés tras un referéndum oficial, mientras unos pocos, sin firmas ni membretes, maniobran para tener censo, papeletas, urnas y locales donde instalarlas. ¿O es que tan ingente tarea se puede dejar para septiembre?
Como admiten cada vez más voces del PDECat, el Govern está en un callejón sin salida: finge preparar un referéndum, pero en verdad espera que el Estado lo aborte para sacar las huestes a la calle y ceder el testigo a entidades privadas. Que, por enésima vez, apelarán al “voto de tu vida”.
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