DOS MIRADAS

28, 27, 26...

La Europa entendida como un afán colectivo, como un sueño más allá de la reconstrucción y anhelaba una unidad estructural y moral, se desvanece

Jean-Claude Juncker, en su discurso sobre el estado de la Unión Europea.

Jean-Claude Juncker, en su discurso sobre el estado de la Unión Europea. / periodico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Estamos a punto de celebrar los 60 años del nacimiento de la Europa contemporánea, la que emerge de la segunda guerra mundial y se postula, primero, con una voluntad económica y, después, lentamente, con un ideario político. Soplaremos las velas en Roma, sede de aquel tratado inicial, pero ¿qué sabor tendrá el pastel? ¿Será el del amargo presente o tendrá la dulzura de las esperanzas renovadas? Juncker lo ha dejado claroJuncker: "Ya no es el momento de imaginar que todos podemos hacerlo todo juntos".

Entre las cinco opciones que la Europa del XXI tiene delante se encuentra, primero, la más pasiva, la de dejar que se vaya pudriendo. Después, las otras: la más condescendiente; la que retorna al mercado inicial, sin ambiciones unitarias; la que habla de perder competencias a favor del egoísmo estatal; la que llaman de las dos velocidades (o más, la de cooperaciones reforzadas, es decir, unos cuantos hacen proyectos sectoriales y los otros se apuntan, o no); y la de hacerlo todos juntos, que, como parece, ya está descartada.

Se desvanece la Europa entendida como un afán colectivo, como un sueño que iba más allá de la reconstrucción y anhelaba una unidad estructural y moral. Sesenta años después, la Europa política, protagonista de la escena, desfallece, se acorta y se contrae porque tiene miedo de un futuro sacudido por la intolerancia y la demagogia. De los 28 pasamos a los 27, y luego a los 26 y... En 1957 dejábamos atrás el pasado. En el 2017 dejamos atrás el futuro.