ESTOY EN MOSCÚ
Pide mesa en la cárcel
¿Te imaginas cenar esposado en una celda o abrir un bistec con un bisturí y vestido de médico? Si comer lejos de casa es a menudo una aventura, hacerlo en Moscú puede ser una experiencia muy especial
Marc Marginedas
Periodista
Premio 'Cirilo Rodríguez' al mejor corresponsal en el extranjero (2013), Premi Nacional de Comunicació (2013) y Premio Luka Brajnovic de Periodismo (2019). Autor de 'Periodismo en el campo de batalla: 15 años tras el rastro de la yihad'. Protagonista del documental 'Regreso a Raqqa' (2022)
Marc Marginedas
¿Le parece atractiva la idea de tomarse un filete colgado de una coqueta estructura de madera, bistec que deberá diseccionar ataviado para la ocasión con una blanca bata de médico y con la ayuda de un bisturí? ¿Consideraría apropiado cenar mientras en la mesa de al lado los clientes esculpen en plastilina una figura de su libre albedrío para adherir después su obra en alguna de las paredes del establecimiento? ¿O qué me dice de la posibilidad de encargar un plato de huevos según la especialidad de un buen número de rincones mundiales y a la hora de pagar, recibir un descuento si estos se encargan precisamente a la hora del desayuno en tan remoto lugar?
Todas estas aventuras culinarias y muchas más pueden materializarse en la infinidad de restaurantes temáticos de Moscú. En un cuarto de siglo, la gran megalópolis rusa ha pasado de la soviética sobriedad, los rígidos horarios de apertura y los escuetos menús donde los camareros/as respondían con un desangelado nyet a cualquier requisitoria sobre la mitad de los platos, a experimentar un frenético boom de extravagantes cafés y bares que pugnan por atraer a la clientela, más que por la calidad de la comida, por la experiencia que proponen.
Kusochki tiene todos los ingredientes para triunfar en el competitivo mundo de la hostelería estrafalaria moscovita. Una sección del establecimiento está ambientada en una prisión, otra en un hospital, otra en un palacio del Kremlin… Para que se hagan una idea: aquí, los cócteles se sirven con un cuentagotas. Y si uno acaba sentándose en el rincón carcelario, hasta puede cenar esposado a las rejas.
En Didu, la atmósfera se relaja. La plastilina se encuentra en un lugar estratégico de la mesa, en concreto junto a la sal y la pimienta. Quienes han pasado alguna velada, han constatado, tras un rápido vistazo a las paredes, que no todo hijo de vecino ha sido dotado de talento artístico, amén de los intensos efluvios plásticos que desprende el establecimiento.
Pero el premio a la excentricidad se lo llevó hace un año Crazy Toilet Café. El local abrió sus puertas ambientado como un cuarto de baño, en el que los asientos imitaban a retretes, los cojines para apoyarse se asemejaban a marrones boñigas, y las paredes estaban decoradas con motivos escatológicos. Eso sí, la posibilidad de tomarse un borsch (sopa de remolacha) servido en un orinal no ha durado demasiado. Por alguna razón, el local ha sido reconvertido y transformado en Krusty Krab (cangrejo crujiente), un fictício restaurante de comida rápida que aparece en la conocida serie infantil estadounidense Bob Esponja.
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