TEATRO

'La visita de la vella dama': cuento de humor negro y 'vendetta'

Vicky Peña da brillo en el Lliure a un cruel retrato de cómo el dinero airea la bajeza moral

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José Carlos Sorribes

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Como títeres porque les manipulan hasta rubricar una injusticia. Así se comportan los habitantes de Güllen, un pequeño pueblo indeterminado del centro de Europa. Allí regresa un día, décadas después de su precipitada marcha, una vieja dama multimillonaria.

Es Clara Zachanassian, a quien esperan como a un Míster Marshall en el lugar donde transcurrió su infancia y juventud. El pueblo está arruinado y sus habitantes confían en la lluvia de millones que pueda traer su paisana, que son el inacabable rédito del primero de una larga lista de maridos.

Ella no pasará de largo como el Míster Marshall de Berlanga, aunque habrá que pagar un precio muy alto para disfrutar de su ayuda: nada generosa por el interés escabroso que encierra. Esta es la historia de 'La visita de la vella dama', el texto del dramaturgo suizo Friedrich Dürrenmatt, publicado en 1955, que presenta el Lliure de Gràcia.

La compañía Farrés Brothers i Cia, con larga trayectoria en el teatro familiar y de marionetas, ha encontrado un acompañamiento de lujo con Vicky Peña, en el papel de esa resabiada (con motivos) multimillonaria.

Porque Dürrenmatt teje un cuento, con tono de fábula grotesca, en la que deja al descubierto la miseria moral a la que puede conducir el deseo/necesidad del dinero y la manipulación revestida de espíritu democrático.

Mientras pasea por el paisaje de su adolescencia, la vieja dama Clara planteará a sus paisanos un dilema macabro: les donará un cifra millonaria si destinan la mitad de ella a vengar la afrenta que provocó su marcha del pueblo. Allí vivió un amor juvenil con Alfred Ill (Xavier Capdet), que le dio la espalda el día que se quedó embarazada.

SENTENCIAS ROTUNDAS

La determinación de Clara queda de manifiesto en algunas de sus frases. Tan devastadoras como estas: «El mundo me convirtió en una puta y yo lo convierto en un burdel» o «Vuelvo a pedir justicia porque me la puedo pagar».

Vicky Peña deja su contrastado sello como esa dama tan vengativa como glamurosa, pese a llevar prótesis en una pierna y en una mano tras un accidente de aviación. Ella es la gran baza de 'La visita de la vella dama', una propuesta que no sorprende en exceso porque resulta demasiado convencional.

Sí funciona el juego de magníficas marionetas a escala humana para acentuar el aire esperpéntico y grotesco, con personajes como el alcalde, el maestro, el profesor de escuela y el sacerdote del pueblo.

Solo el de Capdet, como el pretendiente/víctima, resulta fiel a su imagen física, algo que brilla en el desenlace. Como lo hace también la música en directo de Adrià Bonjoch (guitarra) y Pep Coca (contrabajo), dos matones de Manhattan al servicio de la señora.