CIRCO

Totem: fascinante viaje por la vida

El Cirque du Soleil deslumbra con un fabuloso despliegue de fantasía, belleza y hazañas acrobáticas

jcarbo42589115 cirque du soleil180326120346

jcarbo42589115 cirque du soleil180326120346 / periodico

IMMA FERNÁNDEZ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¡Qué bestias!, exclamaba con reiteración una asombrada espectadora de ‘Totem’. Y no se refería la joven a las especies que asoman en esta historia sobre la evolución de la vida y de la humanidad, sino a las ‘animaladas’ acrobáticas. La brutal destreza de unos artistas que se juegan la vida para deleite del público. El anuncio inicial, dedicando el espectáculo al artista Yann Arnaud, fallecido durante un ‘show’ en Florida, dejó claro que, bajo la belleza y espectacularidad que caracterizan las producciones del Cirque du Soleil, permanece el riesgo sin red ni cables del más difícil todavía.

La 'troupe' canadiense repite, tras ‘KÀ’, con uno de sus compatriotas más insignes: Robert Lepage, gran figura de la escena internacional, que ha creado y dirigido este fabuloso ‘Totem’ que, dice, conecta con el animal que todos llevamos dentro. El mago e innovador Lepage ha dejado su impronta e imaginería visual en una impactante escenografía. Las bellísimas proyecciones sobre una plataforma con una rampa retráctil a modo de cola de escorpión nos trasladan a la playa, un volcán, las auroras boreales... Detrás, un bosque de juncos en la marisma por el que salen los artistas, y en primera línea, la pista de los prodigios.

Guiños a la evolución

Empieza la función con el gigante caparazón de una tortuga, símbolo de la creación de la Tierra, cubriendo el escenario. De lo alto desciende el hombre de cristal, la chispa de la vida, y entre fulgurantes destellos aparece el esqueleto del quelonio sobre el que reptan y saltan unos vistosos anfibios. El relato evolutivo, discontinuo, prosigue con unos amerindios danzando con hula hops y se interrumpe con el payaso Valentino, un Borat a la italiana, y unos bañistas con unas tabletas que ni Ronaldo. Ejecutan un excepcional número con anillas -y aquí empezaron los ¡qué bestias!-, y luego llega desde China una de las proezas más ovacionadas: cinco malabaristas sobre monociclos de dos metros se lanzan con los pies cuencos sobre las cabezas y encestan. Para sacarse el sombrero.

Los clowns también son de traca, con las cómicas ocurrencias de un pescador y haciendo esquí acuático. La rueda y una prodigiosa contorsionista de goma retoman el camino evolutivo.  Hay desfile darwiniano, con la icónica imagen de la transición de las especies, aquí desde los primates al ‘homo móvil ejecutivo’, pasando por los parientes más cercanos de Lucy. Un hombre haciendo el mono e imponiéndose a los simios recuerda la teoría del científico británico, que aparece con malabares fosforescentes.

Tras la pausa nos desubican con un exótico cuadro flamenco, quizá cosas del director musical, el sevillano Álex Romero. Un torero se luce con el diábolo y, de vuelta a las especies, sigue el precioso cortejo de una pareja de tórtolos sobre el trapecio. Exquisito. En canoa llegan dos patinadores metidos en el pellejo de indios (ella, la española Denise García-Sorta), que impactan con sus vertiginosos giros sobre un bombo, con las correas al cuello (¡pobres cervicales!).

El recorrido concluye con unos cosmonautas que simbolizan el deseo humano de volar. Aparecen las fotografías que tomó el fundador de la compañía, Guy Laliberté, durante su excursión como turista espacial, y una troupe de acróbatas vuelan y aterrizan sobre las barras rusas en otro desafío bestial de este magnífico espectáculo.