Teatro

'Sopa de pollastre amb ordi': el sueño imposible de la revolución

Ferran Utzet dirige en la Biblioteca 'Sopa de pollastre amb ordi', una obra de Arnold Wesker sobre el desencanto que provoca la pérdida de ideales

'Sopa de pollastre amb ordi': El sueño imposible de la revolución

'Sopa de pollastre amb ordi': El sueño imposible de la revolución / periodico

José Carlos Sorribes

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Angry Young Men. Esa etiqueta definió a una generación de jóvenes dramaturgos británicos de mediados de los años 50. Airearon su indignación ante una sociedad que no había respondido a sus ilusiones. Eran la voz de unas clases bajas del Reino Unido que no hallaron recompensa al enorme sacrificio que supuso la segunda guerra mundial. Textos tan llenos de rabia como de poesía.

Uno de ellos se ha estrenado en la nave gótica de la Biblioteca: Sopa de pollastre amb ordi, otra lustrosa producción de La Perla. Lleva la firma de Arnold Wesker y lo ha dirigido Ferran Utzet con su habitual detallismo y mimo artesanal. Una pieza que nos habla del final de un sueño, y no precisamente americano.

Enmarcada dentro de una familia judía de un barrio obrero londinense, la obra navega entre dos décadas, de 1936 a 1956. Entre el combate contra una manifestación fascista en Londres y el amargo despertar que supuso para los ideales socialistas la invasión soviética de Hungría. Wesker disecciona a la vez un fresco ideológico y familiar por el alto voltaje de los debates que se suceden, directamente políticos o bien existenciales. Invita a un degustación pausada sobre la pérdida de ideales, el pragmatismo o la resistencia irreductible como forma de vida, encarnada por la madre, Sarah.

Llega todo ese periplo a través de una galería de personajes convertido en un atractivo friso, que va desde una militante insobornable como Sarah a un marido, Harry, a quien la fuerza se le va por la boca y vive en su mundo. O a un hijo, Ronnie, que de querer ser un poeta socialista acaba convertido en un joven desencantado. Le echará en cara a Sarah su decepción vital, como antes hizo su hermana, Ada. “Queremos vivir, madre, no hablar de cómo vivir”, le llega a decir ella cuando le comunica su intención de marcharse a vivir al campo.

A lo largo de siete escenas contemplamos el recorrido esas dos intensas décadas a partir de la medida puesta de Utzet en un territorio novedoso para él. No es esta una obra naturalista como la maravillosa Dansa d’agost, sino que juega con fórmulas imaginativas y eficaces en la construcción y deconstrucción del espacio escénico. Es un cuadrado, más bien un cuadrilátero por el combate ideológico, que dibuja  el salón de la modesta casa de los Khan. Por allí se mueve, entra y sale un magnífico reparto. Marcia Cisteró, impecable como siempre, es Sarah. Lluís Villanueva es ese marido que se apaga poco a poco. Míriam Alamany es la hermana de él, la tía Cissie, una militante que también pierde poco a poco fuego y tierra.

De revolucionario a 'botiguer'

Los hijos son Pol López y María Rodríguez. ¡Qué pareja! Él es un número uno, vuelve a maravillar con su enorme registro, y ella desprende una magnetismo e intensidad que le quitan el foco a cualquiera. Josep Sobrevals es Dave, el marido de Ada, que luchó en la guerra civil española, en la segunda guerra mundial y que se dejó en ellas todas sus ilusiones. Como el amigo Monty (Ricard Farré), que de revolucionario pasó a botiguer.

No le faltan tampoco a este gran caldo ideológico evidentes resonancias que nos trasladan al aquí y ahora de Catalunya. Ahí están sus reflexiones sobre los extremismos del blanco o negro, sobre divisiones internas o sobre ilusiones frustradas.