cine
Shyamalan está muy vivo
El que fuera maestro del 'thriller' psicológico, M. Night Shyamalan, llevaba tanto tiempo haciendo películas mediocres que lo dábamos por muerto. 'Múltiple' nos saca del error
Los primeros 'thrillers' dirigidos por M. Night Shyamalan se hicieron tan famosos por sus audaces giros finales que, con el tiempo, de él llegamos a esperar poco más que trampas. Sin embargo, aunque su nueva película está llena de sorpresas de principio a fin, ninguna tan inesperada como esta: con 'Múltiple' Shyamalan demuestra estar plenamente recuperado de un bache creativo en el que llevaba años sumido, y del que ya dio signos de resurgir con 'The visit' (2015).
Tres adolescentes son secuestradas y encerradas. Su captor, Kevin (James McAvoy) inicialmente parece ser un mero sociópata. Pero, después, cada vez que vuelve a verlas exhibe una personalidad diferente. Lo cierto es que tiene 23 distintas, enfrentadas entre sí -un diseñador gay, un problemático niño de 9 años, una señora beata, entre otras -. Pero lo que es aún más preocupante es que una nueva personalidad, a la que las otras se refieren como La Bestia, está luchando por emerger.
Dicho de otro modo, Shyamalan por fin ha decidido hacer la despreocupada película de serie B que siempre sospechamos que tenía reprimida en su interior. Y, en ella, un guion deliciosamente ridículo compite por nuestra atención con la delirante actuación de James McAvoy, alternativamente divertida, espeluznante, amenazadora, patética y monstruosa. Pero 'Múltiple' no solo habla de Kevin, sino también de Casey (Anya Taylor-Joy), líder de facto de las muchachas. Que la joven lidie con demonios tan profundos como los de su opresor llena el duelo entre ambos de tensión y pegada emocional.
TRASTORNO CINEMATOGRÁFICO
Puede que los desórdenes mentales sean terribles para quienes los sufren, pero una bendición para cineastas como Hitchcock o De Palma. 'Múltiple' toma préstamos de ellos pero, eso sí, sobre todo se nutre de elementos ya presentes en el cine previo de Shyamalan: habla de personajes machacados por la muerte de un ser querido; sostiene que solo quienes han sufrido traumas extremos son capaces de sobrevivir en el mundo; y se divierte jugando al despiste tanto con sus personajes como con nosotros mismos.
En efecto, Shyamalan sabe que conocemos su gusto por las pistas falsas, y aquí juega con ello recurriendo a perspectivas limitadas, planos subjetivos y cambios de foco. Y, sí, a un giro final que, todo sea dicho, no hace trampas sino se limita a recontextualizar lo que vino antes. Y lo que vino antes es un brillante ejercicio de creación de atmósferas opresivas, que a la vez es puro 'trash' y mucho más inteligente de lo que parece y, por encima de todo, la más divertida y libre de las películas de Shyamalan.
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