TEATRO

Scaramouche: el poder de la máscara

Dagoll Dagom afina la estocada en su nuevo musical, un homenaje al cine de capa y espada con la Revolución Francesa como telón de fondo

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IMMA MUÑOZ

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Dos espadachines ejecutan una milimetrada coreografía por el escenario. Las espadas se acarician, los pies bailan, los brazos desafían a la gravedad. El público no pierde detalle, sentado en el borde de la silla, en un silencio palpitante. Si alguno de los dos hiciera serpentear su florete por la cuarta pared, podría cortar la tensión que se respira en ese momento. 

Cualquiera que haya visto de niño una película de capa y espada sabe el festival de emociones que suscita ese género. El pianista y compositor Albert Guinovart había visto muchas, de niño y no tan niño, y su ilusión era estar envuelto un día en una. Así que convenció a Anna Rosa Cisquella y Joan Lluís Bozzo, almas de Dagoll Dagom, para que el siguiente proyecto de la compañía, tras el éxito de 'Mar i Cel', cuya música había compuesto él, fuera la historia de Scaramouche «en formato gran musical, muy Hollywood años 50», explica Bozzo. 

El sí no fue inmediato. Había que trascender al espadachín para dibujar un personaje que aunara la capacidad de entretener y la de hacer reflexionar, para hallar la historia que permitiera los diversos niveles de lectura que pide un montaje que, como los que llevan la firma de Dagoll Dagom, necesita llegar al público familiar, el único capaz de proporcionar las cifras registradas por 'Mar i Cel' (un millón y medio de espectadores en las cuatro temporadas que ha estado en cartel, entre el estreno, en 1988, y diciembre del año pasado), imprescindibles para que los números salgan en montajes tan ambiciosos como este. 

INMERSIÓN REVOLUCIONARIA

La ecuación se resolvió con una suma de elementos: la novela homónima que Rafael Sabatini publicó en 1921, como inspiración para la ambientación y el rigor histórico; la adaptación que dirigió George Sidney y protagonizó Stewart Granger (1952), como referente visual, y la commedia dell’arte y la 'Comedia de los errores' de Shakespeare para potenciar, mediante la figura de los gemelos, el poder de la máscara. 

Con todos ellos y algunos más (GoldoniMolièreJean Renoir) y tras un año y medio empapándose de la Revolución Francesa y sus protagonistas, Joan Lluís Bozzo escribió un libreto cargado de referencias culturales y literarias que proporcionan esa segunda lectura a quienes buscan algo más que espectacularidad sobre el escenario, y que el autor espera que despierten la curiosidad del público, sobre todo del más joven, por saber más de ese periodo histórico del que todos somos hijos.

CONEXIONES CON LA ACTUALIDAD

Cuatro pinceladas sobre el argumento: un pueblo harto de los abusos de la aristocracia que clama por el cambio. Un enmascarado que humilla a quienes les humillan. Dos hermanos, Louis –estudioso, conservador, apocado– y René –inconformista, provocador, bon vivant–, separados al nacer. Y la commedia dell’arte como espejo de lo mejor y lo peor del ser humano. 

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«Las conexiones con la actualidad son claras: toda revolución se hace porque quien tiene el poder no quiere ceder ni un ápice ante el pueblo. Pasó en 1789 y está pasando hoy», apunta Bozzo. Un poder que, además, «quiere minimizar la fuerza popular diciendo que tras ella hay una sola persona, que manipula al resto». En Scaramouche, el enmascarado que encuentra refugio en una compañía teatral, homenaje a los comediantes, quienes durante siglos fueron enterrados fuera de los cementerios, con los suicidas, porque la Iglesia los consideraba, cuenta Bozzo, «gente de mal vivir».

DUALIDAD ANTE LA VIDA

Más allá del tributo, el papel que juega la commedia dell’arte en la trama permite enfatizar el poder de la máscara. «Es transformadora. Personajes heroicos como Scaramouche, pero también como Superman o como Spiderman, son seres anodinos cuando se la quitan. Es un reflejo de la dualidad con la que todos convivimos al enfrentarnos a la vida», apunta Cisquella. 

Aunque en este 'Scaramouche' también hay héroes sin máscara, con un correlato real. Es el caso de Olympia, la enamorada de Louis, que toma el nombre de Olympe de Gouges, quien vio en el alzamiento de los desheredados la ocasión de hacer una revolución feminista y escribió la Declaración de Derechos de la Mujer y la Ciudadana para evidenciar que, una vez más, sus compañeros de revuelta se habían olvidado de ellas.

La estocada final llegará en escena. Para dejar al público sin aliento. Y con ganas de revolución.