arte

Alfons Borrell, el pintor que es pintura

Para él la pintura es emoción y la emoción es color. Ahora, la galería Joan Prats se baña en su arcoíris

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Natàlia Farré

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Alfons Borrell (Barcelona, 1931) es una rara avis en el panorama artístico catalán de la segunda mitad del XX. Lo es porque lo suyo ha sido eso, ir a la suya, y ser tan suyo le ha pasado factura: el olvido de las instituciones hasta el 2015, año en que la Fundació Miró le dedicó una merecida retrospectiva. Ser tan suyo le ha llevado también a encerrarse en su jardín para crear. Y ser tan suyo es lo que le ha dado personalidad: su obra se sabe que es suya con solo verla. Suyas son las cortinas de color: azules, naranjas y negros que nada tienen que ver con Rothko o Malévich (detesta la comparación). Y suyas son las emociones que reflejan sus abstracciones. Porque Borrell no pinta lo que ve sino lo que siente. Nada tiene que ver la ausencia de forma con el concepto y sí mucho con la emoción. Él querría ser pintura: teñirse de azul al entrar en el mar, de naranja al salir el sol. Porque para él la pintura es una necesidad y la inspiración, una emoción. Ahora sus muy suyas abstracciones líricas cuelgan en la <strong>Joan Prats</strong>

{"zeta-legacy-image-100-barcelona":{"imageSrc":"https:\/\/estaticos.elperiodico.com\/resources\/jpg\/9\/6\/1484849540169.jpg","author":null,"footer":null}}‘24.VII.2015’. Nunca formó parte de los movimientos artísticos de la segunda mitad del XX, lo que le llevó a cierta desorientación hasta que Brossa, su gran amigo, le enseñó a no tener miedo y a creer que lo que hacía estaba bien. 

{"zeta-legacy-image-100-barcelona":{"imageSrc":"https:\/\/estaticos.elperiodico.com\/resources\/jpg\/5\/6\/1484849600465.jpg","author":null,"footer":null}}‘1.XII.2016’. Empezó en la pintura de la mano de Anglada Camarasa, y aunque se ha dedicado a otros menesteres, nunca ha dejado el pincel, una necesidad vital.  

{"zeta-legacy-image-100-barcelona":{"imageSrc":"https:\/\/estaticos.elperiodico.com\/resources\/jpg\/1\/3\/1484849479931.jpg","author":null,"footer":null}}‘6.V.2016’. No busca la inspiración, aunque va cada día a su estudio, da de comer a sus peces y a sus pájaros, y se prepara para pintar. Si la emoción llega, pinta; si no, hace otras cosas. No se obsesiona con ello.

{"zeta-legacy-image-100-barcelona":{"imageSrc":"https:\/\/estaticos.elperiodico.com\/resources\/jpg\/1\/4\/1484849479941.jpg","author":null,"footer":null}}‘7.XI.2016’. Pese al uso del color, le molesta que le comparen con Rothko. La parte mecánica y física de la obra del lituano afincado en Norteamérica no tiene nada que ver con lo que mueve a Borrell: siempre la emoción.

{"zeta-legacy-image-100-barcelona":{"imageSrc":"https:\/\/estaticos.elperiodico.com\/resources\/jpg\/0\/5\/1484849479950.jpg","author":null,"footer":null}}‘7.VII.2016’. Su pintura bebe de la poética del color, no de la poética de la forma. Utiliza pocos colores, originales, sin mezclar y muy básicos. No es una pintura decorativa, en absoluto. Esconde cosas, muchas veces, duras.  

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