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Los chicos estarán bien

La nueva de Ira Sachs le tocará la fibra a quien sea, o haya sido, padre, hijo, amigo o vecino. Es decir, casi todos

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Nando Salvà

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«Una de las cosas más difíciles de comprender cuando eres un niño es que tus padres también son personas», les dice en 'Verano en Brooklyn' un padre a su hijo y al amigo de este. Y tiene razón, aunque al hablar no parece consciente de que, quizás, gran parte del conflicto que centra la nueva y humildemente mayúscula película de Ira Sachs podría haberse evitado si la afirmación fuera recíproca y los padres también vieran a sus hijos como personas. 

El hombre se llama Brian (Greg Kinnear); acaba de mudarse con su familia a la casa de Brooklyn de su padre, muerto recientemente. El nuevo hogar está en el mismo edificio que la tienda de ropa de Leonor (Paulina García), una mujer chilena que era amiga íntima del fallecido. Por circunstancias, Brian se ve obligado a decidir si le sube a Leonor el alquiler del local, algo que el fallecido no había hecho durante décadas. Mientras la tensión crece entre ambos, una férrea amistad se forma entre sus hijos respectivos, Jake (Theo Taplitz) y Tony (Michael Barbieri).

Es esa amistad, en realidad, lo que da fuelle emocional a 'Verano en Brooklyn': Sachs retrata ese momento preciso, que pronto se va a escurrir entre los dedos del tiempo, justo antes de que los chavales pierdan la inocente receptividad a todo lo que es hermoso en este mundo y entren en el reino de adultos, lleno de ansiedades sexuales y cosas feas como disputas sobre el valor del suelo.

GRANDES MOMENTOS PEQUEÑOS

No hay duda de que ambas familias provienen de diferentes estratos socioeconómicos, pero Sachs no cae en divisiones obvias entre avaricioso villano y pobre víctima explotada. Todos tienen razón y todos están equivocados; aquí el único villano es la gentrificatión urbana. Sachs derrocha empatía por ambas partes y, gracias a ello, lo que podría haber degenerado en histérico melodrama se mantiene como una delicada sucesión de momentos que podrían parecer pequeños, incluso triviales, pero destinados a permanecer en nuestra mente durante mucho, mucho tiempo.

El destino final de la tienda es predecible desde el principio -Sachs no es director propenso a la trampa o la sorpresa ilógica-, pero la película es mucho menos clara acerca de qué será de Jake y Tony. Ambos tratan de averiguar quiénes quieren ser, y eso les impide verlas venir. Su periplo culminará de forma desgarradora, sí, pero lo que resulta tan conmovedor de 'Verano en Brooklyn' es su confianza última en que, de un modo u otro, estarán bien.

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