TEATRO

A Shakespeare le encantaría

Cuatro fabulosos actores argentinos sirven en La Villarroel un 'Othelo' tan desternillante como ingenioso

DESTERNILLANTE QUILOMBO lo+ lo-_MEDIA_2

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IMMA FERNÁNDEZ

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Esto no es 'clown'. ¡Es Shakespeare! Lo aclaran desde el escenario los cuatro estupendos actores argentinos del 'Othelo' más desternillante visto por estos lares y, a buen seguro, muchos otros. Las palabras y enredos del bardo, pasados por el turmix de una arrolladora hilaridad e imaginación. "Lo cómico es trágico y tan trágico que es cómico", apunta Gabriel Chamé Buendia, maestro de 'clowns' y artífice de este quilombo que resume de forma tan desmelenada como ingeniosa la tragedia en La Villarroel. La sala acoge también 'Llegué para irme', poética inmersión en el estrés protagonizada por Chamé, que fue el payaso de 'Quidam' del Cirque du Soleil antes de meterse en el berenjenal shakesperiano.

En 'Othelo', el trajín del elenco 'pel davant i pel darrera' (tras el decorado tampoco hay tregua) es encomiable. Aparecen OteloYagoDesdémonaRodrigoBiancaBrabancioLudovico... y con cuatro trastos -a lo Peter Brook, admiten en otro asalto a la cuarta pared-, los actores cambian de escena, de país y de personaje (unos más que otros, como se queja el magnífico Martín López, más formado que el resto en el teatro físico, el 'clown' y hasta en las artes marciales, por lo que acaba recibiendo todas las tortas).

Viajan de Venecia a Chipre, navegando por el mar de una tela ondeada por ellos mismos, siguiendo el destino fatal de Otelo. Lo de fatal no es 'spoiler', pues la propia compañía avanza en el subtítulo de la obra -Termina mal- lo que se le avecina al moro noble que conquista el corazón de Desdémona y el odio de Yago.

Es la primera obra que Chamé arma con Matias Bassi, Elvira GómezGabriel Beck y el citado López, artistas sin respiro de una coreografía de gags con juegos de palabras, absurdo y recursos de mayúscula inventiva, como las cajas que igual sirven de bañadores cubistas que de castillo o lecho.Resumen: el alférez Yago (que ha pasado a la historia como símbolo de la maquinación diabólica) es el que la lía parda. Cuando el general Otelo le da a Casio los galones que él pretende, se las ingenia para convencerle de la infidelidad de su mujer (Desdémona) con un Michael Casio que asoma con los tics, meneos y gafas de Michael Jackson. Hay otra intrusa: Bianca Jagger, con su pamela delatadora, en el papel de la «puta» (palabra del bardo) Bianca, colada por Casio. La «calentura» de Rodrigo por una Desdémona embobada con el moro completa el cuadro pasional. El enredo culmina con la venganza de Otelo, celopático perdido, en la única escena de tensión dramática que acalla las risas del respetable. Un silencio trágico tras una irrefrenable sucesión de carcajadas.

Tan habituados estamos a ver por estos tiempos a remedos de Yago y Otelo, engrosando los de este último las víctimas de la violencia de género, que se agradece el giro de estos fabulosos payasos. El mismo plato de celos y venganza servido con los ingredientes que reclamaba el público del teatro isabelino: diversión y emoción. Corran a verles (como ellos corren durante la función), que el 16 de octubre se escapan.