TEATRO
'Mala broma': la guasa de nunca acabar
Risas y tensión estallan con la última gamberrada de Jordi Casanovas, 'Mala broma', una comedia negra que explora en la Sala Muntaner los límites del humor
Imma Fernández
Periodista
Imma Fernández
Con las cosas del querer no se juega. Por más guasa que le eches a la partida. El dramaturgo Jordi Casanovas (Vilafranca del Penedès, 1978), que en un similar ejercicio de intriga y mala leche llevó la estupidez a examen en 'Idiota', vuelve a conducir a sus personajes a los confines de la moralidad en 'Mala broma'. Una comedia negra que hurga en los límites del humor. La Sala Muntaner acoge esta última gamberrada de un autor proclive a llevar a sus protagonistas a situaciones extremas para eclosionar la violencia. Ha contado esta vez con la dinámica dirección de Marc Angelet y un buen trío actoral: Anna Sahun (que ya participó en la aplaudida 'Idiota'), Ernest Villegas y Òscar Muñoz.
Dime de qué te ríes y te diré quién eres. He aquí uno de los axiomas por los que transita la obra, que empieza con el reencuentro de dos amigos de la universidad 20 años después. Siguiendo la tendencia actual de bautizar los personajes con los nombres de los actores, asistimos a la cita de Ernest y Òscar. El primero triunfa de humorista y el segundo languidece en la redacción de un diario.
Muy afilado y certero es el dibujo que Casanovas traza de los medios: vendidos al poder y con los periodistas metidos a fabricantes de tuits y con la soga al cuello. Ante tal panorama, Òscar urde un plan: le propone a su exitoso amigo una apuesta a cambio de curro. Se jacta de que su mujer (Sahun) encajará de buen grado cualquier broma suya por más bestia que sea. El lío está servido.
ENVIDIAS, CELOS, PEDERASTIA, CHANTAJE, AMOR...
La ágil escritura de Casanovas es uno de los pilares de esta comedia con algún requiebro amargo que nos lleva al lado oscuro. En 'Mala broma' cabe de todo: envidias, celos, frustraciones, pederastia, chantaje, amor... Los roles de género y la reflexión sobre cómo hombres y mujeres pueden reaccionar de forma distinta a las bromas que tocan las fibras más sensibles son otros lúcidos asuntos sobre la mesa.
Y entre las preguntas para llevarse a casa ese ¿es lícito hacer gracia de cuestiones que pueden ofender y atravesar el alma? El título de la obra ya da pistas de por dónde va el autor.
BUEN REPARTO
El creador de 'Una historia catalana' y 'Ruz-Bárcenas', por citar dos de sus éxitos más conocidos, vuelve a demostrar su gran talento al embastar los hilos de las risas y la tensión. No decae la atención durante los 80 minutos de la trama, y he ahí otro de los aciertos del dramaturgo y del buen elenco. Villegas comienza algo atropellado, pero poco a poco se asienta en un papel con vaivenes emocionales acordes con los toboganes de la propuesta, a los que se suben también con mucho oficio y versatilidad Sahun y Muñoz.
El artefacto funciona perfectamente a la hora de arrastrar a la platea a una montaña rusa de giros y engaños que sorprenden al espectador. Quizás al broche le sobra una vuelta, el truco final, pero en cualquier caso el público cae en la inocentada. Y ese es ya un gran mérito.
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