TEATRO

'El llibertí': Diderot no se aclara con la moral

'El llibertí' vuelve a seducir, con Abel Folk y Àngels Gonyalons en una vodevilesca guerra de sexos en el Poliorama

'El llibertí, en el Teatre Poliorama

'El llibertí, en el Teatre Poliorama / DANIEL ESCALE

Imma Fernández

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El cartel promocional engaña. Una sugerente espalda femenina con el vestido descordado –en subliminal forma de V de victoria- y la rabadilla al desnudo. Pues no. Aquí el único destape, visión trasera integral, lo regala el ilustre filósofo Diderot, un Abel Folk desatado de desvergüenza, seducción y comicidad. ‘El llibertí’ ha vuelto al Poliorama, donde ya triunfó hace una década, de nuevo bajo la ágil y eficaz dirección de Joan Lluís Bozzo, que le ha quitado el corsé al pensador (se recuerda un Ramon Madaula más contenido en la versión del 2007) insuflando más ligereza al vodevil.

El espléndido texto de Éric-Emmanuel Schmitt, uno de los autores franceses más representados ('El visitante', 'El señor Ibrahim y las flores del Corán') y catedrático de Filosofía, nos lleva a la Francia de la Ilustración. Denis Diderot, feliz y consumado creyente del libre albedrío, recibe el encargo de escribir el artículo correspondiente al término ‘moral’ para la Enciclopedia (que concibió junto a D’Alembert a mediados del siglo XVIII). Mientras lo intenta, irán interrumpiéndole las mujeres de la función para poner patas arriba sus convicciones. La guerra de sexos está servida. Eso sí, con gente tan erudita y educada, en vez de tirarse los platos, se lanzan las ideas.

El combate dialéctico transcurre, lúcido y divertido, entre picarones juegos de seducción. Veremos al desconcertado intelectual, acorralado por las contradicciones entre razón y deseo, libertad y responsabilidad, aunque mantiene el espíritu libre a la hora de cambiar una y otra vez de pensamiento. Las paradojas de la vida. ¡Qué difícil es medir por el mismo rasero la moral propia y la ajena!

Arropa al alborozado Folk un gran elenco. A Àngels Gonyalons, la madre superiora del musical 'Sister Act', le sienta de maravilla el traje de la enigmática Madame Therbouche, la pintora que se empeña en retratar al libertino a pelo y en estado “natural”, posición que, con la libido desbocada, se le resiste. Astuta y elocuente, le irá impartiendo lecciones de ética hasta dejarlo KO de fascinación con su truco final.

UN RITMO MUY ÁGIL

Annabel Totusaus viste con gran porte e ironía a Antoniette, la esposa cornuda; Elena Tarrats (la gran revelación de ‘L’ànec salvatge’) dibuja estupenda las dos caras de la señorita Holbach, ingenua y pícara, y Clara Moraleda aporta frescura a la hija de Diderot, a quien también sacará de sus casillas. Completa el cuadro Jan Forrellat, el atropellado mensajero que apremia al filósofo para terminar el escrito.

Bozzo imprime un ritmo muy ágil al vodevil, con los personajes entrando, saliendo y escondiéndose en la elegante escenografía de Montse Amenós, responsable también del precioso vestuario, ya vistos en el 2007. A reseñar la excelente traducción de Esteve Miralles, que apuntala la claridad de exposición con que nos llega el debate filosófico. Una obra que, en definitiva, levanta la moral a la platea y cumple la máxima de Diderot: “Nuestra única obligación es procurarnos y procurar a los demás un poco de felicidad”.