TEATRO

'Las tristeza de los ogros': pesadillas con una niña cadáver

La tristeza de los ogros- Teatro

La tristeza de los ogros- Teatro / periodico

Imma Fernández

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Una niña a lo ‘novia cadáver’ de Tim Burton recibe al público. Da vueltas por el escenario mientras repite, con la voz metálica del más allá, un mantra atroz que ya avisa de lo que va el cuento: “Érase una vez  el hijo del cielo y de la tierra que tenía miedo de no ser rey y quería convertirse en el único rey hasta el fin de los tiempos. Así que se comió a su padre, a sus hermanos y a sus hijos… Se convirtió en un ogro”. El cuento se llama ‘La tristeza de los ogros’ y fue, en el 2009, el sonado y premiado debut en la escena del dramaturgo y director belga Fabrice Murgia (que en enero presentó en el Lliure de Montjuïc la ópera circense 'Daral Shaga'). Un puñetazo a las infancias truncadas, a la adolescencia condenada, sin rumbo y sin respuestas.

El Lliure de Gràcia acoge el montaje, pasado por la acertada adaptación al castellano de Borja Ortiz de Gondra, que le ha añadido horror cercano (los asesinatos de las niñas de Alcasser) a dos historias atroces que el autor presenta en paralelo, como las dos caras de una misma moneda –la de la soledad, la rabia, la desesperanza y el desarraigo- , con sus protagonistas encerrados en sus respectivas prisiones. En dos habitáculos de cristal en el fondo oscuro del escenario. A un lado, Natascha Kampusch, secuestrada desde los 10 a los 18 años y lanzada al circo mediático tras huir de su captor en el 2006. Al otro, Bastian Bosse, que ese mismo año, cuando contaba 18, volvió cargado de ira a su antiguo instituto de Emsdetten (Alemania), donde sufrió acosos, dispuesto a perpetrar una masacre. Hirió a cinco personas y se suicidó, como cuenta el monólogo de Lars Noren ’20 de novembre’ que Mar Ulldemolins interpretó en la Sala Atrium. Aquí le vemos frente al ordenador, vomitando interrogantes y lamentos en su camino hacia el lado oscuro.

Disfraz onírico

Murgia que concibió la obra a partir del diario de Bosse, las entrevistas de Kampusch y sus propios tormentos juveniles, nos presenta los casos bajo un disfraz onírico que no desvirtúa el potente mensaje y lo hace visualmente mucho más atractivo. La imaginación catártica y multimedia, protectora de una realidad indeseada, cobra todo su sentido en esta fábula de ogros tristes y heridos. Es una pesadilla escénica de impecable factura en la que se cuelan bofetadas al sistema, a la orfandad social y al sensacionalismo de los medios (la voz de Nieves Herrero asoma en el caso de Alcasser).   Representantes del mal en la ficción como Anakin y el Joker se suman al desconcierto y la cólera generacionales del relato.

El reparto también se luce. Extraordinaria es la actuación de Andrea de San Juan en un personaje de traca, el mejor hallazgo del montaje. Esa inquietante niña cadáver, tétrica y cándida a la vez, metida a maestra de ceremonias. Hipnotiza, angustia y nos regala algún resquicio de humor ácido entre tanta oscuridad. Nacho Sánchez –con la intensidad de un Luis Tosar joven- y Olivia Delcán completan el gran elenco de una pieza que deja huella.