CINE

'Lady Bird': la adolescencia era esto

La primera película que la actriz Greta Gerwig dirige en solitario es un retrato de la adolescencia femenina lleno de sofisticación emocional

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Nando Salvà

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Cualquiera que recuerde haber viajado por esa montaña rusa emocional llamada adolescencia reconocerá un poco de sí mismo o misma en 'Lady Bird'. Recordará esos años que pasó en el instituto, tratando de asomar la cabeza por el precipicio de la adultez, esperando a que empezara la vida de verdad. La película entiende a la perfección el deseo que su protagonista tiene de irrumpir en el mundo, y al mismo tiempo captura aquello que la muchacha no es capaz de saborear: los últimos estertores de su niñez.

Influenciada pero no directamente inspirada por su propio pasado, Greta Gerwig retrata unos meses en la vida de Christine (Saoirse Ronan), que prefiere ser llamada Lady Bird quizá para adjudicarse un toque de distinción frente a sus compañeras en la escuela católica para chicas a la que asiste. Lady Bird es el tipo de persona que compensa su introversión a golpe de impertinencia, que se ve a sí misma como un genio incomprendido a pesar de que nada indica que posea talentos por explotar y que cree haber averiguado ya todo cuanto necesitará saber en la vida.

No es una mala chica; solo, como la mayoría de gente a su edad, algo ingenua y egocéntrica. A lo largo de la película la vemos ir a misa, participar en una extraña campaña electoral para el consejo estudiantil y en cursos de teatro, salir con dos chicos que, cada uno a su manera, son inapropiados para ella, perder la virginidad y tratar de mejorar su estatus cambiando de amigas. Causa problemas en casa.

Lady Bird vive en Sacramento (California), y lo odia. Quiere escapar de allí para estudiar en Nueva York; su madre, Marion (Laurie Metcalf)k, intenta que entre en razón, porque no hay dinero para eso, pero ser irracional forma parte del carácter de la chica. Resulta difícil recordar otra película reciente que sepa retratar con tanto cuidado y tan poco sentimentalismo como esta la compleja relación entre una madre y una hija adolescente: si las palabras fueran puñales, 'Lady Bird' sería puro cine 'gore'.

Gerwig captura la sutileza con la que, a base de sucesivos reproches pequeños y afilados como un alfiler, Marion penetra en la psicología de la joven con una precisión reservada exclusivamente a las madres; pero también la mágica rapidez con la que las hostilidades se olvidan cuando, en una visita al centro comercial, ambas mujeres ven el vestido perfecto al mismo tiempo. En el proceso, nos ofrece una película tierna pero no ñoña, sofisticada pero no calculada, y capaz de dejarnos hechos un flan sin necesidad de martillearnos el corazón.

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