cine
El infierno son los otros
Uno de los éxitos más sorprendentes del cine europeo reciente, la comedia del sueco Hannes Holm, nos recuerda qué fácil, y qué peligroso, es abandonarse a la misantropía
Si es cierto que los escandinavos son la gente más feliz del mundo -eso dicen los estudios-, no será precisamente gracias al protagonista de '<strong>Un hombre llamado Ove</strong>'. Porque está claro que el tal Ove (<strong>Rolf Lassgård</strong>) es un agrio, y no solo por esa cara de haberse pasado la vida bebiendo salsa de soja a palo seco. Los vecinos de su pueblo lo sacan de quicio porque rompen cosas, no respetan normas perfectamente claras y carecen de modales y habilidades básicos.
Los grandes 'hobbies' de este tirano son escribir cartas de reclamación, patear a perros de dueños irresponsables y, en general, ofender al prójimo gritando «¡Idiotas!» -al tipo hay que reconocerle su coherencia: es borde con todos por igual-. «Si es cierto eso que dicen, que nuestro destino es la suma total de nuestra propia estupidez, entonces creo que lo que alteró mi destino es la estupidez de mis vecinos», asegura.
El otro gran 'hobby' de Ove es intentar suicidarse. Y sus sucesivos fracasos en ese aspecto solo logran cabrearlo aún más. En una ocasión, tras estamparse contra el suelo después de que una improvisada soga no soporte su peso y se rompa, Ove devuelve la cuerda a la tienda y empieza a repartir insultos. Pero poco a poco, a medida que florecen sendas amistades con una vecina embarazada y un gato callejero, Ove se irá rehabilitando socialmente.
EL ABISMO DE LA AUTOCOMPASIÓN
Está claro que las películas sobre viejos gruñones que aprenden a relajarse no son nada nuevo. Lo que otorga a 'Un hombre llamado Ove' su encanto distintivo son, por un lado, la tensión existente entre la misantropía de su protagonista y su sentido de la responsabilidad y, por otro, los pormenores de un pasado lleno de sinsabores que el director <strong>Hannes Holm</strong> nos presenta a través de sucesivos 'flashbacks': Ove es un hombre que empezó su vida envuelto de oscuridad, que fue iluminado con un gran amor y que finalmente se ha arrojado al abismo de la autocompasión. Y en el proceso nos recuerda que los amargados suelen tener sus razones y, por tanto, que hay un Ove dentro de todos nosotros.
Como dicta el género, llegado el momento 'Un hombre llamado Ove' nos ofrecerá reconciliaciones, redenciones, varias invitaciones a soltar la lágrima y otras muestras de sentimentalismo que también a nosotros nos harían exclamar «¡idiotas!» de no ser por el exquisito equilibrio que exhibe entre el humor antisocial y el melodrama reconfortante. Y en última instancia es difícil resistirse al placer de sentir, al menos durante un rato, que no estamos solos en nuestro odio a todos los berzotas del mundo.
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