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Mickey Mouse y Mussolini

Alicia Framis juega con los visitantes y los textos censurados a lo largo de la historia en 'La habitación de los libros prohibidos'

COMUNICATIVAAlicia Framis invita a los visitantes de Blueproject Foundation a entrar en la habitación, relajarse e interactuar con los demás en la instalación. No vale recluirse en uno mismo.

COMUNICATIVAAlicia Framis invita a los visitantes de Blueproject Foundation a entrar en la habitación, relajarse e interactuar con los demás en la instalación. No vale recluirse en uno mismo.

Natàlia Farré

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¿Qué comparten 'La caperucita roja' de los hermanos Grimm, 'Cien años de soledad' de Gabriel García Márquez y la saga de Tarzán de Edgar Rice Burroughs? Aunque no aparecen en el famoso <strong>Index Librorum Prohibitorum</strong>, todos han sufrido censura. El primero, por incitar a beber alcohol a los niños. Así lo decidieron dos distritos escolares de California en 1990. Les molestaba la botella de vino que Caperucita llevaba en su cesta. Tal cual. Al Premio Nobel lo retiraron de otro instituto californiano, en 1986, por ser «porquería que quiere hacerse pasar por literatura». Ahí es nada. Y vivir en la selva sin estar casado con Jane le costó a Tarzán ser retirado de la circulación en 1929, también en California. Ser un personaje de ficción no fue un atenuante para tan grave atentado contra la moral. Hay más ejemplos, y no todos acontecidos en EEUU.

En Chile, en 1981, la junta militar prohibió el Quijote porque fomentaba la libertad individual y atacaba la autoridad. Y en 1938, el fascismo italiano la cogió con la literatura infantil extranjera. Con toda menos con Mickey Mouse. El ratón fascinaba a los hijos de Mussolini, y así consiguió el indulto hasta 1942.

Todo eso se lee y se comparte en <strong>La habitación de los libros prohibidos</strong>, la instalación de Alicia Framis (Barcelona, 1967) que no solo luce en la Blueproject Foundation (Princesa, 57) sino que también invita a ser recorrida y leída por el visitante. Veamos, la habitación, como todas las que hace esta artista catalana afincada en Holanda (y con más prédica fuera que dentro de casa), forma parte de la estética relacional que tanto defiende. Ello significa que los volúmenes censurados son importantes. Por supuesto. «Demuestran que el arte avanza ideas. Todos hemos leído la Biblia o a Milan Kundera pero en su tiempo fueron todos prohibidos».

Pero igual de valiosas para la artista son las relaciones que se generan entre los espectadores a partir de ellos: «Los libros son la excusa para iniciar un diálogo. Los visitantes entran, miran los títulos, se asombran por algunas de las obras que han sido censuradas y finalmente conversan entre ellos». Objetivo conseguido. La estética relacional tiene eso, que prima el contacto que se crea entre los que participan de la acción artística por encima de la interactuación con la propia pieza. Así que lo suyo es descalzarse, rezar para que al vecino no le huelan los pies, entrar y conversar con el prójimo.

ESTE AÑO, DOBLETE

La pieza es del 2014, pero no se ha visto en Barcelona. De hecho, Framis no expone en la ciudad desde el 2008, aunque este año hará doblete. Prepara una 'performance' coincidiendo con la feria ArtsLibris, en abril. Pero antes pasará por Arco, en Madrid, con 'Century 22'. Una acción que parte de la premisa de que ahora la familia tradicional ya no es la que impera pero que el modelo de casa no ha cambiado. «Yo vivo con mi hijo y un 'au paire' hombre. El salón de siempre no me sirve», denuncia. Será 'La habitación de la arquitectura prohibida'. 

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