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'Foxtrot' retrata el aburrimiento y la soledad de los soldados israelís

La segunda película de Samuel Maoz critica tanto los usos y abusos del ejército israelí como el absurdo de la vida militar

Nando Salvà

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Para bailar el foxtrot basta con repetir un sencillo movimiento. Un paso adelante, otro a la izquierda, otro hacia atrás y, por último, vuelta al punto de inicio. Es lógico, pues, que la segunda película de Samuel Maoz avance a lo largo de tres capítulos antes de volver al principio. El primer plano de 'Foxtrot', en concreto, se sitúa tras el parabrisas de un vehículo que cruza una carretera desolada y cobrará pleno sentido al final de la película gracias al último.

En todo caso, es el segundo plano el que deja demoledoramente claro qué tipo de historia es la que Maoz quiere contar: una mujer abre la puerta de casa, procesa la presencia de los dos extraños que la observan e, inmediatamente, cae desmayada. En cuestión de segundos entendemos que se trata de unos hombres de uniforme y que han venido para hacer realidad la peor pesadilla de cualquier progenitor. No les hace falta abrir la boca porque ella ya sabe que su hijo, el joven soldado, ha muerto. El resto de la película meditará sobre la rabia y el dolor que esa horrible visita produce.

'Foxtrot', decimos, se divide en tres pasajes. El primero transcurre inmediatamente después de esas malas noticias. Mientras la mujer yace sedada, su afligido esposo permanece en estado de choque. De repente, recibe un nuevo golpe: todo ha sido un error. Un soldado fue asesinado, pero no es su hijo sino alguien con el mismo nombre. En la segunda parte conocemos al hijo, que permanece estacionado junto a otros tres soldados en un punto de control casi cómicamente aislado. En ese oasis de tedio, que Maoz envuelve de atmósfera surrealista, queda claro lo insoportablemente inactiva que puede ser la guerra. Hasta que deja de serlo.

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Hablar de más del capítulo final, en el que todo cobra sentido de forma emocionalmente aplastante, sería traicionar la intrépida arquitectura del relato; digamos solo que, como cualquier película que describe el aburrimiento y la soledad y el miedo que los soldados experimentan -así como el sufrimiento que azota a sus padres cuando mueren en acción-, 'Foxtrot' puede ser considerada una obra antibelicista e incluso antimilitarista. La muerte es omnipresente en la película, en la sangre de jóvenes y adultos, de israelís y de palestinos.

También hay humor y amor, y hay hasta pasos de baile. Y, sobre todo, hay desesperada necesidad de comprender lo incomprensible, y de buscarle sentido a tanto dolor y culpa y rabia y resentimiento. Maoz no pretende tener respuestas, pero es imposible esquivar la pegada de sus preguntas.

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