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'Final portrait': lo que Wikipedia no cuenta de los artistas

Stanley Tucci convierte 18 días de la vida del pintor y escultor Alberto Giacometti en una reflexión sobre el proceso creativo

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Nando Salvà

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«Acabar un retrato es imposible», advierte Alberto Giacometti al principio de 'Final portrait'. Y la película misma, la primera que el actor Stanley Tucci dirige en diez años, honra las palabras del escultor y pintor suizo protagonista ofreciéndonos un retrato de él que apenas es un bosquejo, una serie de pinceladas rápidas que capturan su espíritu excéntrico sin entrar en contexto o en detalles biográficos.

Para ello se sitúa en el par de semanas de 1964 durante las que Giacometti pintó el retrato del crítico y escritor James Lord. Su plan original era crear un boceto rápido que le llevaría no más de una tarde, pero en la práctica el proyecto se fue alargando y alargando a medida que el artista reiniciaba una y otra vez la pintura y el modelo se veía obligado a posponer la fecha de su vuelo de regreso.

Mientras recrea ese proceso, Tucci nos muestra también al creador entregándose a su indisciplinada rutina de trabajo, su consumo compulsivo de tabaco, sus visitas a bares y cafés y sus divagantes conversaciones con Lord sobre las matemáticas y Picasso y casi todo; y dividiendo sus atenciones entre su exasperada esposa, que un día fue su musa, y la prostituta que ahora tiene como amante y modelo habitual.

Buena parte de 'Final portrait', en todo caso, sucede en el estudio parisino de Giacometti, una estancia cubierta de escombros y pintura y yeso y arcilla y mugre, en la que las paredes se descascaran y las esculturas de delgadez icónica se desperdigan a medio acabar.

Similarmente ajado está su dueño, interpretado por Geoffrey Rush con histriónico abandono y apariencia física que sugiere la caricatura de un artista callejero, o un científico loco -en la piel de Lord, por su parte, Arnie Hammer parece salido de 'Mad men'-. Asimismo, esta versión del artista lo pinta como un ególatra reacio, que trata la fama con desdén a pesar de que parece haber construido toda su existencia en torno a la libertad que ese estatus le otorga, y un hombre patológicamente inseguro y autocrítico.

PRIMOROSA MINIATURA

¿Fue prolongar el retrato su modo de evitar enfrentarse a sus dudas? ¿Quizás un intento de burlar a la muerte, que llamó a su puerta 18 meses después? ¿O fue la mejor manera que encontró de hacerle entender a Lord su esencia artística? Sin necesidad de dar respuestas ni proporcionar mensajes, Tucci logra acercarnos a la filosofía y a los métodos de su objeto de estudio mucho más que todos esos biopics empeñados en remedar la Wikipedia.

No es una obra hecha de grandes trazos o imponentes panorámicas, sino una primorosa miniatura.

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