teatro

Deliciosa familia 'Travy'

Oriol Pla orquesta en el Espai Lliure un precioso canto de amor a la familia, al teatro y a la vida acompañado por sus padres y su hermana. Humor, humanidad y talento. Una joya

'Travy', en el Espai Lliure

'Travy', en el Espai Lliure / periodico

Imma Fernández

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Va como un cohete, pero mantiene los pies en la tierra. Catapultado como la gran revelación teatral de los últimos años con 'Ragazzo', 'Be god is' y 'La calavera de Connemara', y en la televisión como protagonista de la serie 'El día de mañana', Oriol Pla Solina (Barcelona, 1993) ha echado mano de los suyos, de su familia, para el encargo del Teatre Lliure de escribir y dirigir una obra.

Está claro que al actor ni el espumoso anuncio de Estrella Damm se le ha subido a la cabeza. Ahí está, representando 'Travy' en la pequeña sala del Espai Lliure con sus padres, Quimet Pla –cofundador de Comediants– y Núria Solina –curtida asimismo en la calle con la compañía Picatrons- y su hermana, Diana, también actriz. Una delicia imperdible sobre una familia de 'juglares', la de los Pla-Solina.

De entrada, Oriol –que firma la dramaturgia con Pau Matas– se marca un solo de clown antológico sobre el monstruoso precio del estresante éxito. El hijo pródigo aparca la fama y vuelve a casa para revolucionarla con su intención de montar un espectáculo junto a su clan. Los padres despiertan de golpe de su aletargamiento y crisis artística -andaban 'masticando las horas' incapaces de encontrar un buen gag–, y retoman ilusionados su oficio, buscando la inspiración en sus raíces, la tradición juglar y la comedia del arte, mientras la  hermana reniega de la nariz de payasa y se aplica en experimentar con la 'performance' y las acrobacias.

Pasado y presente de las artes escénicas en un pulso repleto de humor, ingenio y humanidad que reivindica lo artesanal, la herencia teatral y la libertad del artista.

Las risas inundan la platea, pero también la emoción desgarradora en sus giros dramáticos, en un precioso canto de amor a la familia, al teatro y a la vida. A destacar, los diálogos entre los progenitores –'no te canso'; 'no te escucho mucho, la verdad'–.

UNA VIDA ENTRE GAGS

Algunos textos son puro sentimiento, como el monólogo final de la madre, conmovedora lección de vida: 'Nos hemos reído mucho, me lo he pasado bien contigo y los niños. Nos arrepentimos de lo que no hacemos, pero tú y yo hicimos muchas cosas… No pudimos cumplir del todo nuestros sueños… pero mi sueño era este. Triunfar es ser yo misma. Hacer lo que me dé la gana...'. Y eso mismo ha hecho su hijo y todos ellos, ahora en el Lliure. 'No todos saben hacer el ridículo', suelta Quimet Pla, entrañable.

Tiene también él sus momentos de gloria, como el  hamletiano 'ser un ou o no ser hou?' que declama mientras cocina una tortilla en un fogón eléctrico que pretende encender con una cerilla. Brillante.

Les ha salido, bajo la batuta pretendidamente caótica de Oriol, un espectáculo redondo. Tan redondo como la sandía -brutal metáfora de lo más íntimo- con la que carga el padre durante la función. Las ovaciones del público puesto en pie son el premio a una obra nacida desde el corazón, y un talento inmenso, a la que deseamos larga vida.