CINE

En busca del señor Hughes

40 años después de su muerte, el magnate Howard Hughes todavía es un misterio. El estreno de 'La excepción a la regla' sigue alimentándolo

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Nando Salvà

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De Howard Hughes sabemos que fue un pobre niño rico, y un pionero de la aviación, y un 'playboy' obsesionado con las celebridades, y un implacable productor de películas, y, por supuesto, un sociópata que pasó sus últimos días solo, recluido en una suite y orinando en botellas de leche mientras veía 'Estación Polar Cebra' por la tele una y otra vez.

Pero, en realidad, mucho de lo que sabemos de él proviene de las películas que su figura ha inspirado desde que el melodrama 'Atrapados' (1949) retratara a un sádico tirano inconfundiblemente basado en el magnate -el director de la película, Max Ophüls, al parecer había sufrido los abusos de Hughes en el pasado. El hombre tras el mito sigue siendo un enigma.

La última encarnación de Hughes llega hoy a los cines a bordo del drama romántico 'La excepción a la regla', la primera película que Warren Beatty dirige en 18 años y la primera que protagoniza, en la piel del multimillonario, en 15. No es, conste, un 'biopic': en realidad no habla tanto de Hughes como de una aspirante a actriz y un chófer que trabajan para él, y que se enamoran a pesar de que el jefe tiene prohibidas las relaciones entre sus empleados. Pese a ello, ofrece un meticuloso retrato de un hombre que sigue fascinando 40 años después de su muerte.

EL INICIO DEL DECLIVE

Si en 'El aviador' (2004) Martin Scorsese lo retrató -mayormente en su juventud, mientras triunfaba en la industria aeronáutica y el cine, 'La excepción a la regla' se sitúa en el Hollywood de los 50 para perfilar a un hombre maduro para el que mucho ha llovido desde que a los 18 años heredara la fortuna familiar, amasada en el negocio del petróleo. Ya ha producido muchas películas de éxito, batido récords de velocidad aerodinámica y granjeado fama de mujeriego con actrices como Katharine Hepburn, Ava Gardner y Ginger Rogers. Y empieza a adentrarse en el que será un largo declive, mostrando signos de deterioro mental a causa de su desorden obsesivo-compulsivo (OCD) y del dolor crónico causado por un accidente aéreo.

Durante las décadas finales de su vida, en efecto, Hughes vivió convertido en un recluso agorafóbico, encerrado en la sala de proyecciones de uno de los hoteles-casino de Las Vegas que a menudo compraba mientras la barba y las uñas le crecían sin freno, adicto a los analgésicos y proclive a usar cajas de clínex en lugar de zapatos, incinerar parte de su fondo de armario cada vez que sentía la presencia de gérmenes y lavarse hasta que las manos le sangraran.

PERFECCIONISMO EXTREMO

Muchos biógrafos consideran que el OCD fue uno de los secretos de su éxito; sin él, después de todo, quizá no habría sido tan perfeccionista ni fabricando aviones ni produciendo películas. Para Hughes, la industria del cine era un capricho para el que ningún gasto era demasiado. La primera película que produjo, 'Swell Hogan' (1926), nunca llegó a ver la luz simplemente porque no le gustaba; 'Los ángeles del infierno' (1930), la primera que además dirigió, en su día fue la película más cara jamás filmada, y algunas de sus coreografías aéreas eran tan peligrosas que varios pilotos se negaron a rodarlas -él mismo tuvo que hacerlo; la producción de 'El forajido' (1943), su segundo trabajo como director, se convirtió en una pesadilla porque el escote de la actriz Jane Russell no le gustaba.

Desde que Hughes dejó de hacer películas él mismo, y especialmente desde su muerte, en 1976, otros se han dedicado a hacer películas sobre él. Ya en 1977 vio la luz el telefilme 'El asombroso mundo de Howard Hughes', que lanzó a la fama a Tommy Lee Jones; 'Melvin y Howard' (1980) lo imaginó como un viejo autoestopista con aspecto de indigente; y en la fantasía 'Rocketeer' (1991) desarrollaba un arma secreta que convertía a quien la usaba en un cohete humano. Ha habido más, y ninguna de ellas ha resuelto el enigma. Tampoco 'La excepción a la regla'. Quizá la próxima.

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