Teatro

Del barco pirata a la patera

Dagoll Dagom cambia de rumbo. 'Maremar' aborda el drama migratorio con canciones de Llach a capela, danza y la odisea del Pericles de Shakespeare. Al público le gusta el cóctel

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Imma Fernández

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La compañía Dagoll Dagom ha vuelto al mar –el que la encumbró con la celebrada 'Mar i cel', el musical catalán más icónico–, pero esta vez ligeros de equipaje. Con 'Maremar', dejan atrás el majestuoso barco pirata y se suben a la patera. Anclada en el Teatre Poliorama, la nueva creación del colectivo invita al espectador a navegar con su imaginación por el Mediterráneo y dejarse arrastrar por la odisea de Pericles, el príncipe de Tiros al que Shakespeare hizo sufrir lo suyo, y, a la vez, emocionarse con  las odiseas fugitivas del hambre y las guerras de hoy. La dramaturgia juega con ese paralelismo: la historia de Pericles (que tuvo que huir de un cruel tirano y perdió a su esposa e hija), como metáfora de la tragedia de una niña refugiada que llora desconsolada la ausencia de sus padres.

Valiente cambio de rumbo de los creadores de 'Scaramouche'. Bajo la dirección de Joan Lluís Bozzo, nos acercan al drama de cada día con una puesta en escena directa a la piel, despojada de los fastuosos ropajes escenográficos y musicales de otras producciones como la del citado título de capa y espada, el último antes del desembarco de 'Maremar'. Aquí los nueve actores, capitaneados por la fuerza interpretativa de Roger Casamajor (Pericles y refugiado) y de una poderosa Mercè Martínez (también a nivel vocal), se ganan a la platea sirviéndose de sus voces y cuerpos. 

Cantan a capela algunas piezas adaptadas de Lluís Llach, como la que da título a la obra o 'Núvol blanc', en lo que supone una nueva aventura para Casamajor, como protagonista de un musical, y de la joven Elena Tarrats ('L’ànec salvatge'), que seduce con su delicada voz y en su doble interpretación de cría refugiada e hija náufraga de Pericles. Andreu Gallén (también presente en 'La jaula de las locas') firma la dirección musical y los arreglos. El único acompañamiento son unas percusiones y algún toque de violonchelo. No necesita más. Como tampoco son necesarias todas las imágenes (excesivas) proyectadas en una cortina, entre ellas fotos de refugiados, recurso fácil para tocar la fibra.  

Uno de los principales hallazgos del montaje son los movimientos coreográficos del elenco, todos a una componiendo poéticas estampas como las embestidas del mar o las huidas de los exiliados. Llevan la firma de la coreógrafa y bailarina Ariadna Peya, hermana de la compositora y pianista Clara Peya, con quien forma un brillante tándem en la compañía 'Les Impuxibles' (Limbo, Aüc y la reciente Painball). Danza, canciones y emoción para evocar la tragedia que hoy baña las aguas del Mare Nostrum.