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'La fabrica de nada': obreros del mundo, salid a bailar

La nueva película del director portugués Pedro Pinho mezcla discusiones sobre el capitalismo y el marxismo, planos de avestruces e inesperados números musicales

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Nando Salvà

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Las tribulaciones del proletariado han sido asunto cinematográfico recurrente desde que los Lumière rodaron su primer cortometraje en 1895. Casi con toda seguridad, ninguna de las películas de tres horas sobre rebeliones en el seno de una empresa de ascensores culminaba con un número de baile en el que un grupo de bigardos vestidos con uniforme azulón hacen el Robocop mientras exclaman: «¡Escucha el murmullo de las máquinas llamándonos!». 

Hasta ese momento, el primer largometraje de ficción del portugués Pedro Pinho detalla la lucha a la que se enfrentan los trabajadores de una fábrica lisboeta, y que se inicia cuando una noche, de repente, descubren que la planta de producción está siendo desmantelada de forma subrepticia. Los patronos intentan persuadirles para que acepten indemnizaciones y se marchen, y algunos lo hacen. Para los que no, lo que empieza como una huelga se convierte en una ocupación, durante cuyo transcurso los protagonistas intentan descubrir si serían capaces de tomar las riendas del negocio a la manera de una cooperativa.

Mientras los acompaña en el proceso, 'La fábrica de nada' no mantiene el foco puesto en ninguno de ellos. En esta mundana odisea no hay héroes individuales: su gran protagonista es el edificio del título. Y, para ilustrar el conflicto que por él se libra, Pinho llena la película de escenas en las que se discute sobre la lógica de las máquinas, y el movimiento obrero, y Marx, y el capitalismo ecológicamente sostenible, y las alternativas a las miserias del mercado.

Una voz en off nos hace saber que la crisis de Europa es «permanente y omnilateral»; otra habla de bancos, estafas y neoliberalismo. Entretanto, el director echa mano de composiciones estilizadas, interludios de pureza campestre —en uno de ellos, una manada de avestruces aparece de la nada— y guiños posmodernos que culminan en el ya citado número de baile. Pero, pese a esas concesiones a la fantasía, Pinho no se hace ilusiones. 

COMPASIÓN Y HUMANISMO

¿Qué pueden hacer los trabajadores frente al capital? ¿Hay cabida en el mundo moderno para el tipo de revolución que una vez abanderaron los viejos movimientos de izquierdas?

Mientras plantea esos y otros interrogantes, 'La fábrica de nada' demuestra ser una película más admirable por su envergadura y su ambición que puramente disfrutable pero que, en todo caso, derrocha compasión y humanismo al hacernos partícipes de la frustración y la rabia de sus protagonistas, y su desencanto, y su resignada impotencia frente al aplastante peso del sistema.

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