CINE
'The Florida Project': la niñez es un antídoto contra el mundo
La magnífica nueva película de Sean Baker es a la vez un retrato de los placeres de la infancia y una mirada a la América más pobre
Decía François Truffaut, el cineasta que mejor ha sabido capturar el punto de vista infantil, que su deseo era retratar “la tremenda capacidad de los niños para enfrentarse a la vida y sobrevivir”, y un espíritu parecido da fuelle a 'The Florida Project'. Transcurre en un deslustrado motel de carretera en Orlando, que está situado muy cerca de Disneylandia aunque podría estar en un planeta distinto; sus fachadas pintadas de colores pastel apenas logran esconder la miseria y la desesperación de aquellos –gente pobre y marginada-- que consideran el lugar su hogar. Pese a ello, en el curso de un sofocante verano, la pequeña Moonee (Brooklynn Prince) y sus amigos convertirán el lugar en su propio patio de recreo.
A su alrededor hay tráfico de drogas, y reyertas en aparcamientos, y algún pederasta que de vez en cuando merodea; pero nada de ello parece importunar a la niña, que lo pasa en grande cubriendo de escupitajos los coches de otros clientes, cortando el suministro eléctrico de todo el edificio, provocando incendios por diversión y, en general, metiéndose en líos.
Recién despedida de su trabajo como estríper, su madre Halley (Bria Vinaite) sale adelante revendiendo perfumes, robando pases de acceso al célebre parque temático o, avanzada la historia, recurriendo a métodos más sórdidos. Se mire como se mire, es una madre nefasta. Pero su irresponsabilidad y su falta de supervisión permiten a Moonee existir en un mundo de fantasiosa libertad.
A mantener a la niña impermeable a la aplastante realidad contribuye el encargado del motel, Bobby (Willem Dafoe), que es consciente de estar a cargo de un motel mísero pero está decidido a que sea el mejor motel mísero posible, y que pasa el día mediando en conflictos y sacando a sus huéspedes de problemas.
A través de esos personajes, 'The Florida Project' reflexiona sobre las víctimas del capitalismo y la falacia del sueño americano, pero en todo momento lo hace encontrando alegría de vivir entre las más adversas circunstancias, sin caer en la tentación de regodearse en el miserabilismo ni en la de adornarlas de romanticismo.
En lugar de eso, mientras contempla esas vidas perras y esos paisajes hechos de solares invadidos por la mala hierba y restaurantes de comida rápida, se asegura de demostrarnos que siempre hay una pizca de polvo de hadas en el aire si sabes dónde buscarlo.
En el proceso, evoca esos veranos de infancia que transcurrían como sueños de los que deseábamos no despertar jamás, y se erige en uno de los retratos más vitales y conmovedores de la niñez que se recuerdan.
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