TEATRO

Descabello en la oficina

'Bull' lleva el cruel ritual de la tauromaquia a las relaciones laborales en una comedia sin concesiones dirigida por Pau Roca en La Villarroel

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Imma Fernández

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Suena el pasodoble que anuncia la fiesta y una voz en 'off' pregunta: ¿tú qué haces en tu día a día: toreas o te torean? Asistimos a la corrida de tres ejecutivos –Joan Carreras, Marc Rodríguez y Mar Ulldemolins-, que saltan a la arena de La Villarroel a luchar por su supervivencia. Uno de ellos deberá ser sacrificado. Cosas de la crisis, dicen los que mandan. Lo cuenta ‘Bull’ (toro), premiada pieza del dramaturgo británico Mike Bartlett, quien, tras asistir a una lidia en México, tuvo la acertada ocurrencia de asimilar el cruel ritual de la tauromaquia con el ‘bullying’ laboral más encarnizado. Los estoques abundan en estos tiempos de eres y reajustes de plantillas. ¿Hasta dónde somos capaces de llegar para proteger nuestro trabajo? He aquí la cuestión de una obra que denuncia la ausencia de empatía que rigen las relaciones de trabajo.

Pau Roca dirige con buen ritmo esta coproducción de Sixto Paz y La Villarroel que se presenta, pese al cruel espectáculo de humillaciones que se ofrece, bajo el paraguas de una comedia. Eso sí, a veces los brochazos cómicos son excesivos; un humor negro más refinado sintonizaría mejor con la elegancia taurina.  Sirviéndose de esta metáfora, el autor lleva la brutal selección darwiniana al terreno de la competitividad laboral. El más débil, al matadero. A nadie le gustan los perdedores. “Todo vale, nada es personal. Es parte del juego… Lo importante son las apariencias”, afirma Caster (David Bagés), el ‘matador’ de la empresa que debe decidir a quién de los tres trabajadores dar la puntilla.

Estocadas

Rodríguez defiende muy bien a Thomas, el ‘toro’ de la función, sobre una mínima escenografía que simula parte de la arena. Vulnerable, incrédulo e inocente, se limita a hacer bien su trabajo sin clavar a nadie puñaladas en la espalda. Será la víctima propicia para que sus compañeros le acorralen y lidien.

Tony –un estupendo Carreras- es el dominante macho alfa. Sin escrúpulos ni respeto alguno por el adversario, muy seguro del éxito de sus estocadas, entra en faena desde el primer instante con su juego de engaños y vejaciones. Le acompaña con calculadora malicia Isabel –una convincente Ulldemolins-, que será quien maneje la muleta en el último tercio.

Funciona muy bien la analogía taurina y la obra, tras las verónicas iniciales, va ganando en tensión y bravura conforme avanza la tortura. Hasta el descabello final. Con el público como cómplice del espectáculo, el autor apuesta por negarles el sentimiento de culpa, la piedad y el indulto a sus personajes. Así es la corrida laboral.