EXPOSICIÓN

Nadando por el mar de Ernesto Neto

El artista brasileño muestra el poder de un enorme pez de 'crochet', su primera presentación en Barcelona

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Natàlia Farré

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Ernesto Neto es artista, uno de los más reconocidos en Brasil y fuera de su tierra, pero también es filósofo o, mejor, pensador. Además es vendedor ambulante y apasionado del mar y de las culturas ancestrales. Lo suyo es crear arte, por supuesto, pero también invitar a reflexionar: sobre el mundo, en general, y la naturaleza, en particular.

Preguntarle por la instalación que presenta en la <strong>Blueproject Foundation</strong> (Princesa, 57),  la primera en Barcelona, es asistir a una disertación que abarca todo lo humano y lo espiritual. Para acabar con un «no se puede explicar lo inexplicable». O sea, la obra de arte. Cierta razón tiene. La pieza, un enorme pez realizado con crochet, 80 kilos de clavo (la especie) y un montón de arena y piedras del Amazonas invita a ser recorrido.

E invita, principalmente, a la meditación. Vamos, que lo suyo es descalzarse y adentrarse en la gran ballena de ganchillo cual Pinocho, sentarse, buscar los chakras, conectarlos con las piedras chamánicas y dejar la mente en blanco. Tal cual. Como hace él.

LOS MUTANTES DE FUKUSHIMA

Antes de ponerse a ello, habla. Porque a Neto –que se siente hijo artístico de dos de los grandes: «Mi madre es Lygia Clark y mi padre, Constantin Brancusi»–  le gusta tanto meditar como reflexionar en voz alta. Su vena de vendedor ambulante le sale de la admiración que siente por estos personajes. «Son maestros para mí», afirma. ¿Por qué? «Con dos cuerdas montan una tienda». Cierto. Él intenta hacer lo mismo,  pero con cuatro maletas y una instalación artística. Y lo consigue. Es el equipaje con el que llegó a Barcelona para ejecutar su pieza.

Sobre el mar, mucho que decir. Aparece continuamente en su discurso. «Aquí hay mar y pensé que debía estar presente en la instalación, sobre todo nuestro mar interior. Somos agua», asegura. «El mar es la percepción de la existencia del aire», apunta.  «El mar nos une y  nos conecta a todos.

Después del accidente de Fukushima aparecieron peces mutantes en Japón; ahora ya están llegando a California», continúa para recordar después un sueño recurrente de su infancia: el de saber respirar dentro del agua. De ahí y de un encuentro con un chamán de los tucanos sale el título de la pieza, Um dia todos fomos peixes.

El jefe aborigen le contó el origen de su mundo: el pueblo tucano nació de los peces. «No es solo un mito indígena sino que también es un mito científico. La ciencia dice que venimos del agua», apostilla para concluir que «todos somos una sola fuerza: personas, animales y plantas. Un solo cuerpo». 

4.000 ABUELAS Y 4.000 ABUELOS

Neto está convencido del origen común de todos los humanos: «Si retrocedemos 11 generaciones todos tenemos 4.000 abuelas y 4.000 abuelos. Esto es mucha energía y fuerza». La que dan también, explica, los muchos millones de células que nos forman, las nuestras y las de las bacterias que llevamos con nosotros.

«Somos más otros que nosotros». Y somos paisaje. Vamos, que las bacterias no nos perciben como humanos, sino como un lugar que recorrer y habitar. «Es la continuidad del cuerpo y la naturaleza», afirma. Llegados a este punto del discurso, lo suyo es sentarse en el suelo y soltarse: «Es el momento de conectar las cosas, de ser más humildes. La mente miente pero el corazón no engaña».

Y si todo esto es demasiado espiritual, no hay problema. La instalación, además, es bonita de ver y agradable de recorrer y oler. Ochenta kilogramos de clavo se notan. 

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