ESCAPADAS

Miramar Rooms: dormir en casa del chef Paco Pérez

El restaurante de Llançà suma a su experiencia gastronómica de dos estrellas Michelin la opción de alojarse en cinco 'suites'

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Patricia Castán

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Si el azar no hubiera querido que el chef Paco Pérez pasara por delante de la fonda Miramar y se enamorase de Montse Serra, la hija de los dueños, con la que se casó en 1986, el Miramar no habría podido escribir su capítulo más trascendente. Aquel romance conllevó una fusión de raíces hosteleras más talento culinario que propulsaría la fama internacional de lo que hoy es un restaurante único, a pie del puerto de Llançà, donde además se puede dormir –y soñar con sus platos– en casa del chef. Le llaman Miramar Rooms.

Mucho antes, la familia del cocinero se instaló en esta localidad pescadora del Cap de Creus cuando apenas tenía unos meses de vida, con un bar de tapas donde Pérez pronto se forjó en todas las facetas de la restauración. Tras formarse en Francia y Catalunya en algunas de las mejores cocinas del momento, su evolución en el Miramar fue casi natural: de los platos marineros de verano de la fonda, a una gastronomía de vanguardia llena de emoción y de vínculos al Mediterráneo que cada día le inspira. Desde allí alumbra cada año unos 130 platos que le han valido dos estrellas Michelin.

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Pero más allá del don de Paco para aunar el conocimiento del producto, de la tradición, de la creatividad a destajo y de las sensaciones que producen sus platos, hoy toca homenajear la solera hostelera de la casa. La aventura que había nacido como chiringuito de playa en 1939 de la Costa Brava gracias al esfuerzo de los abuelos de Montse. El espacio que ocupa el Miramar ha avanzado al son de sus fogones, ganando superficie cubierta, confort, tecnología en su cocina –visible desde la sala y también desde su huerto particular–, diseño… Sin detener nunca su evolución, esta temporada, por ejemplo, estrenan un nuevo espacio de repostería en la cocina.

PRIMERA HABITACIÓN

La matriarca, Julia Cisneros, empezó sin saberlo una historia de alojamiento a pie del mar cuando un viajante le preguntó si alquilaban habitaciones y ella, sin pensárselo, le cedió su dormitorio y pasó la noche en la playa. Esa incipiente fonda fue creciendo hasta las 45 habitaciones. Posteriormente, mutaría bajo la batuta de Paco y Montse: con el cambio de milenio se convirtió en hotel de diez habitaciones y estrenó nuevo comedor, mientras que en el 2016 culminó la evolución hasta Miramar Rooms, con cinco amplísimos dormitorios con nombres de alga o planta marina que parecen fundirse con las olas.

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Cada una es distinta pero coinciden en los materiales nobles, la sensación de paz y el máximo confort que añaden zonas de lectura o contemplación de las vistas marineras. Una serenidad que equilibra la euforia emocional que suelen producir las comidas o cenas en su comedor de la planta baja. Para el que pernocta, nada como completar la inmersión con su delicioso desayuno continental casero y sentirse casi, casi en familia. 

El alojamiento es para sus propietarios una prolongación de la experiencia gastronómica. Echar el ancla para culminar una liturgia que suele suponer hasta 26 bocados en una maratón degustativa –hay versiones reducidas– que introduce novedades a lo largo de la temporada. Este año, el fiel sumillerr Toni Gata añade un maridaje opcional de diez vinos del mundo. El recorrido de sabores 2018 que propone Pérez ('Pequeñas historias') va del primer capítulo de una niñez de "espinas y piel" a un dulce epílogo.