CONCIERTO

Ara Malikian, el violín despeinado

Es el violinista de más tirón. Con sus piruetas (musicales y corporales) gana adeptos a la misma velocidad que mueve el arco

Núria Martorell

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El violín es una extensión más de su cuerpo (a lo Eduardo Manostijeras). Solo así se entiende que pueda brincar, dar vueltas y desmelenarse (aún más) sin dejar de tocar. Ara Malikian es la antítesis del violinista ortodoxo, encorsetado (y eso que estuvo siete años como concertino de la Orquesta Sinfónica de Madrid).

"El protocolo que rodea a la música clásica le ha hecho mucho daño", se queja. Por eso en sus conciertos enlaza con absoluta normalidad obras de Led Zeppelin y de Vivaldi. "Y la gente piensa: ¡cómo mola! Vivaldi es más rock que la banda de Jimmy Page".

En el espectáculo que le ha embarcado en una nueva gira, 'La increíble historia de Violín' (el mismo título de su nuevo disco), interpreta también obras de su autoría, como la deliciosa 'El vals de Kairo' (dedicada a su hijo), así como de su admirado Paganini que tanto juego le ha dado (sus seguidores se acordarán del divertido montaje 'Pagagnini').

Malikian recuerda que el violinista y compositor italiano fue quien se atrevió a tunear este instrumento alargando el mástil para poder tocar más notas –"menuda putada para los que vinimos detrás", ríe–. "Paganini fue la primera estrella del rock. Se inventaba historias sobre sí mismo. Tenía una enfermedad que le alargaba los huesos. Aseguran que era muy feo. Y él lo aprovechaba para que le relacionaran ¡con el diablo! Cuando tocaba, decían que era la mismísima risa del demonio", asegura, reproduciendo las siniestras notas.

"Paganini debutó en Viena y tuvo tanto éxito que repitió tres noches".

Dos siglos después, Malikian sigue la estela: con sus continuos sacrilegios ha triplicado su tirón en solo un año (y sin sonar en las radiofórmulas). Al violín de su abuelo le ha enganchado una petaca (no confundir con la botella) para amplificar el sonido y poderse mover sin cables con los que tropezar. "Me entrego al completo: cuerpocorazón y alma, dejando que la emoción me guíe".

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PRECOZ ANTE LA ADVERSIDAD

En el escenario le acompañan ocho músicos mientras él pone en danza (literal) las partituras. "La música penetra en mí y yo me muevo. Que nadie piense que voy con la coreografía preparada. Ya me gustaría. Quizás en otra vida", suspira. 

Toda esta alocada escenificación se debe a la "terapia" con la que ha superado frustraciones e imposiciones varias. A su severo padre le hubiera gustado tocar clásica, pero se ganaba la vida con la música popular libanesa. Él fue quien le enseñó los primeros acordes en los refugios antiaéreos, ajenos a los silbidos de las bombas (Líbano estaba en plena guerra civil).

Con 12 años, Ara dio su primer concierto y, a los 14, cuando el director de orquesta Hans Herbert-Jöris lo escuchó, logró que el Gobierno alemán le becara en la Hochshule für Musik und Theater Hannover (fue el alumno más joven).

Completó sus estudios en Londres y, desde hace más 17 años, vive en Madrid. Su padre, que le hacía tocar hasta que lloraba de agotamiento, murió hace tres años. "¡Qué pena que no haya visto esta gira internacional!".

Larga vida a la increíble historia del violín despeinado.