LOS RESTAURANTES DE PAU ARENÓS

The dog is hot: un perrito aseado

Víctor Thoshi, con un 'perrito caliente' en The dog is hot. Foto: Jonathan Grevsen

Víctor Thoshi, con un 'perrito caliente' en The dog is hot. Foto: Jonathan Grevsen

PAU ARENÓS

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Hubo un tiempo, hará 20 años, en el que los videoclubs se alternaban con los frankfurts diminutos, de los que emergía un tufillo a plancha requemada.

Fueron lugares creativos: las pizarras estaban caligrafiadas con los nombres de bocatas surrealistas.

Unos y otros eran negocio con relleno, puesto que las cajas de VHS también contenían carnes de dudosa procedencia. Cerradas la mayoría de casas de vídeo, tampoco los barecitos atufadores han sido longevos.

Aquel establecimiento seudoalemán con letras góticas ha sido actualizado en Nueva York, la ciudad recicladora.

La salchicha es ya gurmet para gusto de la 'hamburguesía'.

Hace un par de semanas, el cocinero David Chang y Drew Nieporent, el socio de Robert de Niro en Manhattan, aleccionaron en el congreso San Sebastián Gastronomika sobre cómo hacer dinero con la urgencia, lo popular y las barras.

Dinamismo, desenfado, pulcritud decorativa. El frankfurt pulgoso es ya un perrito aseado. El sitio de referencia en Barcelona se llama The Dog is Hot, un despacho propiedad del brasileño Víctor Satoshi y otros dos socios, Rhonze y Dacil.

Satoshi, de Sao Paulo, especialista en comunicación (se nota en la intención y el grafismo del local), dialoga sobre lo salteado y lo escaldado: «Abrimos porque existía un agujero en el mercado. En Brasil son comunes los 'hot dogs'. El frankfurt tiene piel, la textura es más dura, y se pasa por la plancha. Nosotros usamos la salchicha tipo 'viena' al vapor o al baño maría. Las mezclamos con una veintena de ingredientes, viendo las tendencias. La primera idea era un carrito, comida callejera, pero no nos dejaron».

En Barcelona hay más prohibiciones que en el Chicago de la ley y la garganta seca.

Rico y barato: el lema de los gurmetillos, los pequeños gurmets. ¿Problema? Es 'take-away', comprar-para-llevar.

Comí mientras andaba, derramando en las manos parte del contenido. Por suerte no uso corbata, porque hubiese sangrado kétchup. Estoy mayor para las salchichas a la carrera.

Estaba rica. Bautizada como 'rusticdog' (ay, ese humor a la mostaza), era un panecillo blanco con el 'perrito caliente', tomate, rúcula, queso rallado y orégano, y un precio de risa: 2,30 euros.

La vegetariana (tofu) es la Vegandog; la mexicana, la 'chilidog'; la fronteriza, la 'Texadog', y la básica, la carne procesada que el cliente enriquece con cebolla, aguacate, maíz, jalapeños...

Hambriento, seguí la ruta ahumada y fui al cercano Big J's, donde compré la 'hot dog classic', un chucho a pelo con patatas fritas (¡pecado!, ¡escándalo!, ¡congeladas!) por el que solté 3,50 euros. Sin comparación con el otro. Rememorando, pensé con agrado en las veteranas salchichas de la cadena Viena, con gruyer fundido y beicon.

Satoshi y sus socios buscan otras espacios para la perrera en Gràcia y Ciutat Vella. «El mejor 'hot dog' de la ciudad», anuncian. A lo mejor.