LOS RESTAURANTES DE PAU ARENÓS

Tapeo: un bar, una niña

Natàlia Ferran y Daniel Rueda, en Tapeo. Foto: Joan Cortadellas

Natàlia Ferran y Daniel Rueda, en Tapeo. Foto: Joan Cortadellas

Pau Arenós

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Cuando se publiquen estas líneas es posible que Natàlia Ferran haya dado a luz a la segunda hija. Será el siguiente nacimiento desde julio, cuando ella y su pareja, el cocinero Daniel Rueda, alumbraron Tapeo, luminoso bar de la calle de Montcada, frente a ese Xampanyet que atrae a turistas históricos en busca de la anchoa y la burbuja.

Pronto, recuperada del parto, regresará Natàlia, sonrisa necesaria, 'mestressa' rubia y nórdica para esta barra meridional. Toda barra necesita un capitán o capitana que el cliente identifique, al que quejarse o al que felicitar, con el que conversar y empatizar.

Entre tanto será Dani el encargado de los fuegos y las servilletas, de la amabilidad y los guisos. La pareja, entretenida con las natividades, merece el éxito y los llenazos. La cocina es excelente; el proyecto, prometedor; el espacio, familiar y moderno; y ellos, encantadores.

Tapeo –ay, el nombre, qué incierta la búsqueda de la palabra en internet– es un reconocimiento a los vendedores de la Boqueria y a los de Santa Caterina. Una de las paredes ha sido ilustrada con enormes imágenes de las personas y sus productos. Sin ellos, los restaurantes servirían serrín y cascotes. «Es un homenaje al mercado», concluye Natàlia encinta y poderosa.

En la cocina abierta, como si se tratara de otro puesto del mercado, acero y llama, el chef saltea a golpe de muñeca. «La que me gusta es la cocina de sartén». Buen eslogan. La sartén es vigor e inmediatez.

Dani despliega un currículo de confianza: estuvo en La Dama, en Comerç 24 –donde conoció a Natàlia– y Tapas 24. Cuando me mandaron un e-mail pensé: «Después del intensivo de tapas con Carles Abellan, mal no lo hará».

Con una copa de cava Vatua! de Colet reconocí la buena fritura de la croqueta de jamón ibérico y la importancia del buñuelo de bacalao, entre los mejores de la ciudad.

Así como la ensaladilla rusa con ventresca, que favorece el renacimiento del batiburrillo iniciado en el difunto Inòpia –hoy, Lolita Tapería– y Tapas 24.

Me agradó menos el carpacho-salpicón de pulpo y retornó la confianza con el espectacular –por su sencillez– puerro confitado.

Entre unas cosas y otras, Natàlia atacó con el albariño Luna Creciente y Dani, con el 'llucet', panceta y ajo. Para la terrina de 'peus de porc' (que en el corazón camufla 'cap-i-pota'), el plato distintivo, el más  demandado, hubo copa de Cathar 2009, vino de nombre sugerente tras ese comercio con el equipaje del Barça.

Aguanté con esa camiseta la 'galta' glaseada y las lentejas de 'l'àvia' Asun, madre del chef, nacida en Burgos.

Mi último acto de fe nacional fue la espuma de crema catalana. No probé los huevos, cocinados de 10 maneras distintas, algunos de ellos con embutidos, adquiridos en La Casa del Cerdo Ibérico Extremeño, nombre difícil de ajustar en una tarjeta.

Nacer es el verbo de la crónica. Un bar, un chef, una niña.