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La senda de tintos y blancos

La gastronomía informal y de proximidad es la aliada de los nuevos bares de vinos

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PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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Tras lo peor de la crisis, que revertió los porcentajes y elevó al 60% la cuota del vino consumido en casa, vuelven a subir los brindis en bares y restaurantes, animados por nuevos locales para un público amplio y con caldos más fáciles de tomar, más frescos o con empuje de los blancos ante un nuevo ejército de consumidoras (femeninas) que ven en él un placer en boca. Aunque los tintos siguen mandando y los rosados (mejorados) empiezan a levantar cabeza.

Barcelona suma muchos santuarios consolidados que fusionan mordiscos y tragos de kilates. Monvinic (Diputació, 249) ha hecho una labor titánica desde el 2008 sumando al arte culinario de proximidad un universo de 3.000 referencias líquidas. La Vinya del Senyor (plaza de Santa Maria, 5) llevó la pasión al Born. Osmosis (Aribau, 100) ya lleva 10 años maridando menús degustación 7 con vinos seleccionados incluso con sus propios coupages y etiquetado propio. La Taverna del Clínic (Rosselló, 155) , con 600 referencias, ha vuelto a imponerse como restaurante (en su categoría) con mejor carta de vinos de Barcelona, según la Associació Vinícola Catalana. Son solo un puñado de ejemplos.

Pero, acorde a un consumo más joven y a una gastronomía para compartir, afloran los pequeños y explícitos bares de vinos. En Ciutat Vella, donde el Zona d'Ombra (Sant Domènec del Call, 12) abrió la trinchera hace cinco años, remando contra viento y marea por imponer el protagonismo del vino (ofrece 30 por copas, desde 2,5 euros), proliferan las propuestas. Destaca el recientísimo Cometa Pla (Cometa, 5), despachando 20 vinos bio que esconden la historia de pequeños bodegueros poco convencionales, desde 3,5 euros la copa. Este hermano 'healthy' de El Pla y el Bar Pla, abre de momento a media tarde, pero tienta los brindis con una carta saludable donde el chef Giuseppe Padula borda tapas desde 5 euros, donde un plato vegetariano se convierte en una pequeña joya elaborada en directo, pero también hay cabida para lengua de vaca del día, o calamares aliados con algas, galtas aliadas con zanahorias y creatividad anticrisis.

CATA Y CENA

En el barrio de Sant Antoni, abrió hace unos meses en la fábrica Moritz (ronda de Sant Antoni, 49) su Bistrot de Vins. Cuentan con 700 referencias y la posibilidad de consumir en cata, media copa o copa, al gusto, primando bodegas tradicionales con pequeñas producciones. Buscan la diversión y el aprendizaje, como con un juego que propone probar cinco variedades de blancos o de tintos y acertar, de entre una lista, cuál es cuál. La alianza de bocados la firma el chef Jordi Vilà, con cinco opciones: platillos, tapas, bocados, quesos artesanales y postres. Ya hay hits como el pastel de chorizo o el éclair de pollo escabechado. 

Cerca, en Muntaner, 6, está dando la campanada hace un año La Volàtil, el sueño de los hermanos Víctor y Susana Company, decididos a "acercar el vino a la gente", con los naturales. Sorprendentes y sin fronteras, como con un Clar i Net de Valencia, un rosado con carbónico natural, o un 30.000 Maravedíes de Madrid. Y por supuesto también catalanes, a juego con sus tapas desenfadadas y de temporada. Las copas, desde 3 euros, se casan con croquetas de gorgonzola, embutidos de Graus, gambas de Palamós y propuestas asesoradas por el chef Jordi Anglí.

También hay mucha pedagogía en la barra de Matos, el bar de vinos y enoteca de Muntaner, 412, impulsada por la distribuidora Vinosdulces.com Alinean 400 referencias de 63 bodegas, de distintos países. Anna Matos disfruta en un espacio cálido donde la asesoría lo es todo. Sea para deleitarse con un Priorat, un Albariño o un Burdeos, siempre poco comerciales y por descubrir. Cada mes hay dos apasionadas catas de dos horas, pero también se enseña desde el bar, a copas o botellas (de la tienda) sumando 5 euros de descorche. "Vienen alumnos de escuelas de sumilieres", explica, mientras sirve un Douro del 2009 con un queso asturiano Afuega'l Pitu. Conservas de Santoña y delicatessen tientan al que entra a cenar o abre el apetito tras el primer y entusiasta trago.