Los restaurantes de Pau Arenós

Somiatruites da la vuelta a la tortilla

David Andrés se desdobla en jefe de cocina de Via Veneto y propietario de un restaurante de Igualada

Somiatruites

Somiatruites / MARC VILA

Pau Arenós

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Los hermanos Andrés -el cocinero David y el arquitecto Xavier- han construido su proyecto de Igualada con huevos. El nombre de Somiatruites lo pusieron cuando los abuelos les dijeron que estaban locos, y pensaron en Albert Pla y en la canción con el mismo nombre. A mí me viene a la cabeza Paco Pérez y su especializado L'Eggs.

La albúmina como identidad: los buenos huevos rellenos de la madre y el decepcionante arroz a la carbonara -plato estrella-, la rica-rica 'tortipizza' a la boloñesa y la imprescindible sopa de ajo con huevo poché y 'cigronets'.

Somiatruites es singular por varias cosas, entre ellas, por su arquitectura y por su compromiso. La primera es obra de Xavier, que también da el callo en el restaurante como camarero. Rehabilitó la curtiduría del abuelo Josep y metió en el sigular espacio una mesa de madera de iroko de casi ocho metros.

Somiatruites

Carrer del Sol, 19, Igualada

T: 93.803.66.26.

Menú de mediodía: 12 €.

Precio medio (sin vino): 15-20 €

¿Y la responsabilidad? Participan en la promoción y relanzamiento del barrio del Rec, donde habitó la piel. «Es un local que la ciudad ha hecho suyo», dice David.

Él es la tercera anomalía: fue capitán y campeón de Europa de hockey, y es competitivo y premiado ex jefe de cocina de Àbac y ahora en Via Veneto. De martes a sábado ejerce en Barcelona, y domingo y lunes, en Igualada. Este hombre es un estajanovista de la cocina, de la alta y de la baja.

No es corriente que un miembro de la élite gastro se desdoble de esa manera y que lleve hasta un lugar donde el menú cuesta 12 euros argumentos de gran casa, como el pan chino con 'pilota de carn d'olla' o el pulpo con 'parmentier' bajo campana ahumada.

Esta comida se desarrolla un domingo y hay familias y parejas y ese saludable bullicio de los que comparten mesa de forma ardiente. El sábado por la noche tuvieron un servicio multitudinario: no es excusa para que la corta carta de tintos haya perdido a casi todos los efectivos. El otro fallo es ese arroz a la carbonara -con un falso huevo frito de parmesano- cargado de ¡orégano!

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Superados los baches, el resto es meritorio: cocina popular a la que se aplican técnicas recientes, como la fruta osmotizada del vermut. Me interesa cómo juegan con lo venerable: la aceitera ha sido reciclada como sopera y usan el mortero como plato hondo.

Dos tipos de bravas: las del norte y las del sur. Elijo las primeras y cumplen con 'allioli' y romesco picante. Croquetas de calamar que dejan los dientes negros. La falsa 'stracciatella' con aceituna, tomate y albahaca (ya van dos 'falsos' en el tapeo). El 'fondant' de Nutella con helado de vainilla. Y, para cerrar, el huevo frito (tocinillo, y tercer 'falso') con pastel de queso. Cuando los hermanos hablan de huevos quieren decir más cosas.

El responsable de la infección gastro de David es su padre, que también está presente en el restaurante y que  lo paseó por comedores de campanillas de Europa y quien lo llevó a conocer a Xavier Pellicer en el primer Àbac, del que aún recuerda el fuagrás con lechuga.

Vigilemos de cerca a este cocinero nacido en 1987, que entró en una cocina profesional sin tener ni idea («solo hace ocho años que cocino») y que representa a esa generación capaz de dar, algún día, la vuelta a la tortilla.