Los restaurantes de Pau Arenós

Arroz Hofmann: de sepia y cigala (para el cuadro de honor)

[Este restaurante ha cerrado]

Silvia P. Hofmann y su madre Mey, en una de las mesas del nuevo 'bistrot'. Foto: Violeta Palazón

Silvia P. Hofmann y su madre Mey, en una de las mesas del nuevo 'bistrot'. Foto: Violeta Palazón

Pau Arenós

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La multiplicidad de los cocineros y sus negocios: 2016 aún gatea y los chefs con pedigrí se abren en abanico.

Josep Maria Kao, con sus hijas Meilan y Nayan, se enrolla con los 'dim sum' de Mr Kao en el Hotel Claris; Hideki Matsuhisa mueve los palillos en la taberna japonesa Majide en la calle de Tallers y Mey Hofmann, con su hija Silvia, toca la batería y las cazuelas en Hofmann Bistrot en el renacido paseo de Sant Joan.

Profesionales que conforman grupos aún regidos por lo artesano.

“Empleo a 70 personas”, cuenta Mey, que plantó la semilla de la escuela Arnadí, luego Hofmann y su restaurante con estrella, a los que ha sumado pastelería, taberna y otros espacios.

En el Hofmann de la calle de la Granada del Penedès, el gastronómico, ha renunciado a un reservado para abril el Racó, cristalera y taburetes, donde se papea a precio amable. La matrioska, dos locales en uno.

Hofmann Bistrot también juega a la matrioska: arriba, la casa de comidas y, en la planta de la calle, el tapeo, los desayunos y las meriendas (con la terraza en las aceras 'king size' del paseo), del alabado cruasán al huevo a baja temperatura con patatas y sobrasada. Apunto el bocata de calamares y el pepito de ternera para algún mediodía con prisas.

Esto fue la Granja Lido (ojalá lo hubiera llamado Granja Hofmann), propiedad de Mireia Farràs, que fue alumna de Mey. Mireia quería traspasar el negocio, en manos de su familia desde el incendiario 1939, y fue en busca de la maestra.

La cocinera se animó, espoleada por la acogida de la taberna, y pensó con el equipo una carta de raíz popular.

Señalo a Mey la oportunidad de ofrecer platos históricos, aquellos que construyó frente a Santa Maria del Mar, donde abrió el primer restaurante y donde siguen dando clases. Recetas con fecha para ilusionar a los clientes, sabedores de que comerán memoria urbana.

La croqueta de rustido es superior, así como el pan de aceite con romero (sí, Mey, abre por fin ese horno para luchar contra la lepra del congelado).

Bien por los calamares a la andaluza con mayonesa de bergamota (en simpático tubo), algo faltos de crujiente, y averiados los buñuelos de morcilla.

Lo demás, de zapateado y aplauso: canelón de pato con el toque dulce y amargo del Amaretto, el arroz de sepia y cigalas (para el cuadro de honor), el bacalao con guisantes y pilpil (perfecto) y el 'cap-i-pota' con garbanzos (con picante resucitador). Unas copas de Orto del Montsant para remojar el condumio.

Marcharse sin dulce es pecado. Obritas maestras del obrador. Juego y trampantojo (horrible palabra). Huevo ('mousse' de coco y mango), tarta de queso en cajita y hamburguesa (chocolate).

Las granjas son patrimonio de la ciudad. Fueron vaquerías que evolucionaron, sin apartarse de la modestia: chocolate, lácteos, platos sencillos. Es la hora de la granja gastronómica (pienso en la Granja Elena).

De Lido a Hofmann Bistrot, o a Granja Hofmann.

Atención a: las mesas junto al acristalado mini jardín.

Recomendable para: reivindicar la granja gurmet.   

Que huyan: los que no creen en las segundas vidas de los locales.