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Así debería ser un vino moderno

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Así debería ser un vino moderno

Ferran Imedio

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A modo de presentación, podría decirse que Tomàs Cusiné es uno de los bodegueros catalanes de referencia. Ayudó a convertir Castell del Remei (DO Costers del Segre) en una referencia enológica de calidad más allá de su condición de bodega antigua (comenzó en 1780 y es la quinta más veterana de España), se largó para montárselo por su cuenta con otra bodega (esta, con su nombre) y volvió a triunfar.

Y ahora ha regresado a la casa madre, la que compró su padre cuando él era un joven que no tenía ni la más mínima idea de vinos. "Había vuelto de la universidad y me metieron en este fregado. No bebíamos vino en casa ni estábamos en una zona vinícola. Me ponía en el lineal de un supermercado y miraba las botellas preguntándome: '¿Cómo se vende esto'". Corría el año 1982.

"MÁS LIGEROS, MÁS SUAVES"

En cambio, en este 2016, Cusiné, convertido ya en jefe supremo de Castell del Remei y en uno de los hombres que sabe tanto como el que más, explica cómo debe ser un vino moderno aunque los elabore una bodega antigua.

"La modernidad para los vinos pasa por que tengan menos crianza. Deben ser más jóvenes. Con más fruta. Más ligeros. Con mejor color, más vivo. Más suaves, con menos taninos. Más frescos y amables, en general. Deben ser más vibrantes, más aromáticos, con más acidez. Y de variedades autóctonas, que poco a poco están ganando terreno".

¿Y qué hacemos con los vinos de reserva? ¿Los seguimos guardando? «Estamos viviendo un cambio importante. Los vinos más gruesos están perdiendo valor en favor de la elegancia y la fragancia, a no ser que tengan una tradición de marca potente como La Rioja, y entonces se pagan muy caros. Pero si no eres muy conocido, en el mercado internacional no interesan tanto. En EEUU, es imposible vender una cosecha del 2010». Pues sí que queda lejos aquel súper de 1982...