EL MUSEO IMAGINARIO

Claudia Casanova nos muestra la poesía del mercado de la Concepció

Los olores y colores de sus tiendas transportan a la editora de Ático de los Libros a la época de las trobairitz

Claudia Casanova, a Flores Navarro

Claudia Casanova, a Flores Navarro / periodico

IMMA MUÑOZ

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<strong>Claudia Casanova</strong>, editora de Ático de los Libros, le gustan los mercados porque le gusta la gente. Y se nota: tomar un café rápido con ella para que nos cuente por qué ha elegido para nuestro Museo Imaginario la tienda de Flores Navarro en el <strong>mercado de la Concepció</strong> se convierte en una hora y media de conversación absorbente, de esa que acaba en un «¡Dios! ¿Pero has visto qué hora es?».

Normal: en este rato hemos hablado de cómo han cambiado nuestros hábitos comunicativos e incluso nuestra estructura cerebral a causa de la sustitución del diálogo cara a cara por el diálogo con móvil interpuesto (Ático acaba de publicar el ensayo de <strong>Sherry Turkle</strong> 'En defensa de la conversación', imprescindible para tomar conciencia de qué pasa cuando el móvil lo mediatiza todo, desde la información hasta las relaciones amorosas); de su vuelta a la novela como autora y no solo como editora (Casanova ha publicado dos novelas históricas, 'La dama y el león' y 'La tierra de Dios', y en primavera aparecerá la tercera, 'La perla de Monlaurèl'), de cómo la editorial que dirige junto con Joan Eloi Roca va camino de cumplir siete años (¡nació en plena crisis!) publicando 80 libros al año con un equipo de cinco personas, y, claro, de por qué un mercado y por qué sus flores.

«Vengo al mercado cada fin de semana. Me gusta tener que elegir, no saber qué me llevaré. Como en una librería: llegar con una idea y llevarte otra cosa porque te ha entrado por los ojos y te has dejado llevar. Creo que se ha hecho una buena labor en la recuperación de los mercados, en Barcelona. Vivir en comunidad es esto: tener tus tenderos de confianza, tu librero... Interaccionar con las personas». ¿Y compras flores? «¡Sí! Las flores alegran mucho: son poesía cotidiana. Mi novela se sitúa en el siglo XII porque me interesa la eclosión de los trovadores y, sobre todo, de las trobairitz, las mujeres trovadoras. ¡Cómo en aquella época tan oscura podía haber esos arranques de poesía! Quizá hoy, a nosotros, todavía nos cueste encontrar destellos de belleza a nuestro alrededor. Las flores lo son».