CRÓNICA

La zarzuela revive en el Liceu con Plácido Domingo

El carismático cantante entusiasma con un repertorio ligado a su trayectoria en el género, acompañado por Ana María Martínez y Airam Hernández

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César López Rosell

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¿Quién mejor que Plácido Domingo para recuperar la zarzuela en el ? Él ha sido, por apasionada convicción, el principal divulgador del denominado género chico otorgándole una categoría similar, en la exigencia vocal y musical, que la ópera.  El artista heredó esta pasión de sus padres, reconocidos intérpretes del género, y nunca ha cejado en su empeño de llevar este espectáculo a los mejores teatros internacionales.

Por todas estas razones y por el tirón que todavía tiene, a sus 77 años, el incombustible intérprete el Gran Teatre prácticamente se llenó de un público diverso, aunque mayoritariamente formado por nostálgicos deseosos de volver a escuchar las bellas romanzas del programa y certificar que la continuidad de su ídolo en los escenarios sigue siendo un milagro.

Hacía ocho años que en el coliseo de la Rambla no se ofrecía zarzuela. La última cita fue el 2010 con 'Doña Francisquita', de Amadeu Vives, tras 22 años de ausencia del género en la casa y con el recuerdo de una anterior y magistral versión de la obra a cargo de Alfredo Kraus. Plácido, que sabe administrar con inteligencia los sorprendentes recursos actuales de su voz, eligió un programa representativo de su trayectoria en esta disciplina y acabó poniendo al Liceu en pie el domingo tras un vibrante último bis.

Costó arrancar

Le costó algo arrancar, con la voz aún sin calentar, interpretando correctamente pero sino deslumbrar 'Quiero desterrar' de la de 'El soto del parral', su primera intervención de una sesión compartida con la luminosa aunque algo carente de fuste dramático soprano portorriqueña Ana María Martínez y el tenor canario Airam Hernándezde voz transparente y limpio fraseo. Superado el inicio, Plácido recuperó el tono en sus otras recreaciones, brillando especialmente en el dúo 'No cantes más La Africana', de Fernández Caballero, junto a Martínez .

El cantante, metido ahora en roles de barítono, desplegó después con maestría 'Mi aldea', de 'Los gavilanes' y con explosividad de tenor la popular 'No puede ser' de 'La tabernera del puerto', que cerró la primera parte. Antes Martínez había podido lucirse con el lirismo de 'Lamento de María', de 'María de la O', de Lecuona, y Hernández se ganó los aplausos con 'Te quiero, morena'. Ambos unieron felizmente sus voces con 'Amor, mi  raza sabe conquistar'. La orquesta de la casa, dirigida por Ramon Tébar, brilló con los intermedios de 'La boda de Luis Alonso', 'Goyescas' y 'La leyenda del beso' y , tras el descanso, con 'Farruca', de 'El sombrero de los tres picos', de Falla y el preludio de 'El niño judío'.

Plácido, la estrella

La continuación del concierto estuvo dedicada, en gran parte, a las talentosas páginas de Federico Moreno Torroba, despachadas con elegante timbre por Domingo con 'En mi tierra extremeña', junto a la soprano y 'Luché por la fe del triunfo', en solitario, ambas de 'Luisa Fernanda' al igual que 'De este apacible rincón de Madrid', recreado por Hernández. Martínez bordó asimismo una romanza de 'La marchenera'.

Pero aún hubo oportunidad para dos duetos, el de '¿Me llamabas Rafaelillo?', de 'El gato montés', con los últimos intérpretes citados y el de 'Feliz morada', de 'Marina', con los estelares Plácido y Martínez. Ellos volvieron a entusiasmar, ya en los bises, con un dúo de la de 'El manojo de rosas'.

La cantante se mostró rumbosa y sensual con una pieza de la zarzuela cubana 'Cecilia Valdés' y Hernández con una bella romanza. Pero la estrella fue Plácido, con su dominio del escenario, su capacidad de seducción y la aún importante belleza de su registro. La zarzuela revivió con su aclamada presencia en el Liceu.