UNA AUTORA EN LA CIMA DE LOS MÁS VENDIDOS

En el zapato del otro

Julia Navarro presenta en San Petersburgo 'Dispara, yo ya estoy muerto', una saga familiar con el trasfondo del conflicto judeo-palestino

ELENA HEVIA

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«En esta sala, que hoy casi nadie visita, se refugiaron Kerenski y su Gabinete, mientras los bolcheviques tomaban el Palacio de Invierno», explica in situ y con entusiasmo la escritora Julia Navarro. Y no es difícil imaginar a las hordas revolucionarias avanzar por los dorados y mayestáticos corredores de lo que fue el palacio imperial y hoy es el Museo del Hermitage de San Petersburgo. El episodio podría estar en el diluido trasfondo del último trabajo de la autora superventas, Dispara, yo ya estoy muerto (Plaza / Rosa del Vents) sencillamente porque esta novela, 900 páginas de nada, se dedica a trazar un fresco histórico que echa a andar con los progromos de la Rusia zarista y desembarca en Israel a principios del siglo XX para ser testigo del nacimiento del Estado judío, espoleta del enconado enfrentamiento entre judíos y palestinos. La autora ha presentado su novela en la ciudad del Neva, donde se desarrollan los preliminares de su historia, una proeza promocional para estos tristes tiempos editoriales que ha quedado refrendada con el ascenso a número uno en las listas de los libros de ficción más vendidos en castellano.

Equitativa

Navarro insiste en destacar que más que en la crónica con hechos y datos su interés está con los personajes. «Para mí la historia es solo un escenario. Los seres humanos estamos determinados por el tiempo en el que nacemos, el lugar, la religión y la situación socioeconómica», enumera poniéndose orteguiana. Es difícil censar la nómina de personajes que nacen, se reproducen y mueren en tiempos difíciles pero digamos, para abreviar, que el conflicto se ilustra con los miembros de una familia judía, los Zucker, y una árabe, los Ziad, unidos por la amistad por encima de los conflictos, en una comunidad agrícola, la Huerta de la Esperanza, que se erige como un símbolo de la difícil convivencia. La autora tiene mucho cuidado de mostrarse equitativa con ambas comunidades, aunque las desgracias del pueblo de Israel ocupen más páginas en la novela. «Esta no es una novela de buenos y malos. En un capítulo hago que el lector empatice con la familia judía y en el siguiente que lo haga con la árabe. Cada uno de ellos tiene sus razones».

Y aunque la novela plantea ese juego de equidistancias, la autora tiene muy claro donde se encuentra la debilidad. «Moralmente es insoportable que los palestinos no tengan un Estado. Israel no puede negarse eternamente a eso. En este momento, hay movimientos de palestinos e israelís, de gente que ha visto morir a los suyos y son capaces de sentarse a dialogar para intentar comprenderse».

Aviso para lectores. El desenlace de esta saga guarda un misterio vinculado a su título y también deja en el aire, en el más puro estilo Navarro, la resolución. ¿Ganará el odio o la voluntad de entenderse? «Muchos lectores me escriben para preguntármelo. Lo que nos falta en la vida es ponernos en el zapato del otro, no para darle la razón, sino para escucharlo».