tú y yo somos tres
Zánganas, inútiles y pobrísimas
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
ferran Monegal
Ha concluido eltour por ese parque zoológico de señoras zánganas, ese grupito de criaturas instaladas en un concepto de la riqueza absolutamente obsceno y ostentoso (Mujeres ricas, La Sexta). Cabe un reparto de perfiles. En primer lugar me reafirmo en que la francesaOlivia Valèrees la única que no merecía estar en esa jaula de gandulas. Vive sumergida en el lujo más espatarrante, pero se lo gana a pulso cada día. Ha creado un imperio discotequero en Marbella y Puerto Banús –creo que también en París– y no debía haber formado parte de ese bestiario de holgazanas de lujo. Las hermanitasColladosí merecían estar en la jaulita. Rebautizadas porMariana Nanniscomo «las coñazo», son la quintaesencia de lo cursi. Instaladas en eldolce far nientede unos divorcios fabulosos, divagan por la vida, se diluyen en ósmosis directa con las rentas delTío Gilitoy circulan a tenor del rumbo que les marcan sus vehículos de lujo. El caso deMar Seguratambién merece matrícula de honor. Adosada al talonario de cheques de su marido, decía como ideario de despedida de la tele: «Mi plan para el futuro es el día a día. Es en lo que trabajo desde que me levanto hasta que me acuesto. Es decir: gimnasio, clases de baile, relación con mis amigos...».Y algún cuadrito deMiró, debería haber añadido, que es el antojo entre estertóreo y artístico que le dio días atrás cuando se entretenía visitando una galería, y a la vista de unMiróde 5 millones de euros decía: «¡Ay! El arte me persigue. Cuando quiero algo lo quiero ya. Es un flechazo. Lo que tiene un Miró es que no lo puede hacer mas que Miró. Y punto». Sí señora, y punto. Pero sin lugar a dudas la mejor puntuación de la jaula se la llevaMariana Nannis, la argentina residente marbellí casada con el futbolistaCaniggia. ¡Ah! Esta criatura ha sido un descubrimiento colosal. Tiempo atrás fuevampen cadenas de televisión de Buenos Aires y domina el posturismo cuando la enfoca un objetivo. Se quejó en su despedida. Dijo que el programa, un día, la había mandado en tren, y que fue una vulgaridad insufrible:«¡Una humillación! Me mandaron en clase club, que es clase media total. Fue horroroso». Tiene razón: deberían haberla mandado a caballo de unas mulas. Lo ecuestre es muy aristocrático y viste mucho. Al final exclamó, francamente fastidiada:«Este programa debería haberse llamado Mujeres pobres». También acertó: estas señoras son tan pobres, tan pobres, tan pobres, que solo tienen dinero.
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