CRÓNICA

Yung Lean en el Sónar 2018: el trap del escalofrío

El artista sueco condujo al público por un vaivén de sensaciones a través de la profundidad de sus canciones

Yung Lean en el Sónar

Yung Lean en el Sónar / xt

Ignasi Fortuny

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Volvía hecho y derecho al Sónar el prematuro trapero sueco Yung Lean (tiene tan solo 21 años) después de actuar ya en el festival barcelonés en la edición del 2016. En esa primera ocasión, presentado como una promesa con poco margen para la equivocación en el apartado diurno del certamen de música avanzada, ayer ya como referente del trap oscuro y emocional programado en la noche festivalera. Yung Lean mostró en el escenario la profundidad que supuran sus letras, que abordan temas tan poco veinteañeros como la vida después de la muerte. No suena extraño pues que su grupo se llame Sad Boys (chicos tristes).

El rapero sueco provoca constantemente al público algo parecido a un escalofrío: le lleva a botar, sudar, y cuando no se lo espera le paraliza y le sopla en la nuca, como con la heladora 'Red bottom sky', de su último y tercer álbum, 'Stranger' (2017).

Con esa sensación, impulsada por baladas tristes y apoyada también por los vídeos que proyectaban las pantallas del escenario, con imágenes de animales carroñeros en acción y postales casi satánicas, se llegó al final de la hora de vaivén emocional que fue su concierto. El MC sueco también interpretó algunos de sus temas más icónicos y celebrados, como 'Kyoto', momento álgido del bote en la noche de ayer, 'Oreomilkshake', 'Hennessy & Sailor Moon' o 'Diamonds'.