CRÍTICA DE CINE
'Wonderstruck. El museo de las maravillas': sonidos y gestos
Todd Haynes relata de una forma estimulante y compleja dos historias en paralelo separadas en el tiempo por 50 años
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
Aunque se trate de un cuento infantil en dos tiempos, 1927 y 1977, y que en la primera época restituya mediante el blanco y negro el fin del cine mudo y en la segunda conecte con la narrativa silente de aquel periodo al tener como protagonista a un niño que se ha quedado sordo, 'Wonderstruck. El museo de las maravillas' no es una película diferente a otras de Todd Haynes.
No tiene la cualidad melodramática (tonal y argumental) de 'Lejos del cielo', 'Mildred Pierce' y 'Carol', pero sí la poética fantástica de 'Poison', 'Safe' e incluso sus dos películas sobre mitos musicales, 'Velvet Goldmine' y 'I’m not there'. Parece más sencilla, pero resulta igual de compleja y estimulante.
Las dos historias se relatan en paralelo, aunque muchos elementos de una y de otra van coincidiendo, como si los pliegues del tiempo, esos 50 años de diferencia, fueron acercándose. La niña de 1927 es sordomuda y busca en Nueva York a su madre, una estrella de cine. El niño de 1977 ha perdido el oído debido a un accidente y busca en la misma ciudad el rastro de su padre. El museo de Historia Natural, el museo de las maravillas, será el punto de encuentro definitivo.
Haynes no solo restituye muy bien las dos épocas mediante la fotografía, sino que las hermana a través del sonido o la inexistencia del mismo para los dos protagonistas. Los personajes deben expresarse por gestos. Haynes no abandona el ruido incidental y la música, pero narra a partir de esa misma gestualidad. En un bello gesto final, los créditos están expresados mediante el lenguaje de los signos.
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