CÓMIC

Viñetas de la crisis

Primeras espadas del cómic, como Miguel Brieva, Carlos Giménez, Miguelanxo Prado y David Rubín, dan este 2015 potentes y combativas visiones de la debacle económica, social y política

Viñeta de 'Barcelona, los vagabundos de la chatarra', de Jorge Carrión y Sagar.

Viñeta de 'Barcelona, los vagabundos de la chatarra', de Jorge Carrión y Sagar.

ANNA ABELLA / BARCELONA

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No son los tres cómics que aparecen en estas páginas los primeros en abordar la crisis política, social y económica que atenaza España, sus consecuencias y la reacción (o no) ciudadana frente a ella -Albert Carreres y Alejandro Torres abrían camino en el 2011 con Andando, Aleix Saló pisó fuerte con Simiocracia y Españistán), no faltan títulos colectivos (Revolution complex y Yes we camp!), ni de humoristas gráficos como Manel Fontdevila y El Roto-. Pero quizá porque ocho años de oscuro túnel son suficientes para abordar el tema con perspectiva, este 2015 se presenta potente y combativo con primeras espadas de la viñeta. Estas novedades de marzo -del esperado Miguel Brieva (Lo que (me) está pasando), el veterano Carlos Giménez (La peste escarlata) y el periodista y escritor Jorge Carrión junto a Sagar (Los vagabundos de la chatarra)- son la avanzadilla de un ejército que en el segundo semestre abanderará Miguelanxo Prado con Presas mansas (Norma), un thriller con humor negro para una historia de ancianos víctimas de las preferentes. Cubriendo la retaguardia, en Astiberri, Nadar (Papel estrujado) ligará tres relatos sobre la crisis en El mundo a tus pies y David Rubín y Marcos Prior lanzarán Gran Hotel Abismo, una bomba muy antisistema contra la corrupción política.

ESPERANZA EN EL APOCALIPSIS

Miguel Brieva regresa con su primera novela gráfica, 'Lo que (me) está pasando'

Víctor Menta, 32 años, licenciado en Geología en paro, con un buen currículo de trabajos precarios, vive en un «estado de desecho», con «pensiones roñosas y salarios de mierda, bonos basura, justicia pestilente, clima destrozado y política de estercolero», donde su padre se va a la calle sin un duro tras trabajar 30 años en la misma empresa. Visita a una psicóloga que le receta antidepresivos, su vida se resume en una palabra, «nada», y tiene extraños sueños y alucinaciones donde suenan los tambores del apocalipsis y La guerra de los mundos. Es el protagonista de Lo que (me) está pasando. Diarios de un joven emperdedor (Reservoir Books), la primera novela gráfica -«un reto»- del autor de los memorables y mordaces DineroBienvenido al mundo y Memorias de la tierra, Miguel Brieva (Sevilla, 1974).

«El personaje se crea una fantasía en su imaginación que no deja de ser una metáfora literal de lo que está pasando en la realidad y que a él le sirve de válvula de escape y le ayuda a entenderlo -explica el dibujante, desde su casa de Madrid, sobre un cómic no exento de un mensaje de esperanza-. No hablo solo de salir de la crisis sino del sistema económico actual, que nos ha inoculado el consumo de bienes materiales. Una salida del atolladero pasa por cambios políticos, de la gente que está en el poder y morirá matando, la otra pasa por el cambio psicológico de cada uno, de asumir que este modelo de vida y los anhelos vinculados a él son imposibles y nocivos y debemos desengancharnos». De ahí el juego del título, Lo que (me) está pasando, a él y a la sociedad. «Anhelamos salir de la crisis, pero para volver al 2007, al despilfarro, y seguir con nuestra pantalla de plasma y nuestro móvil de última generación, cuando para que haya un verdadero cambio hay que renunciar a eso». Habla certero y consecuente quien confiesa que no tiene móvil. «Y cuando la gente se entera te dice '¡qué suerte!'. Pues es fácil: tíralo por la ventana. Pero sí, creo que el mundo irá poniéndose en su lugar y que en ese proceso de deconstrucción del capitalismo global, que es una apisonadora que en su avance lo destroza todo, se sabrá hacer la transición en favor de las personas».

Desde la misma portada, Brieva alude a las manifestaciones ciudadanas en la estela del 15-M y a la voluntad de la gente de la calle de frenar las corruptas decisiones sin escrúpulos de empresarios y políticos. «Creo que la palabra revolución arrastra un tufillo viejuno y de anteriores fracasos. Pero es obvio que la idea y el anhelo de cambio están en la sociedad porque hay una injusticia latente. La sociedad está empezando a moverse y la maquinaria de represión se activa cada vez más. Vivimos en un estado policial al servicio de las élites que gobiernan».

Como en su obra anterior, advierte del «entretenimiento manipulado y estúpido» que anula el criterio de la gente «que se espanzurra en el sofá ante la tele» y la distrae de lo que está por venir: «la crisis energética y la climática, que son aún más serias que la económica». Y juega también Brieva con «la idea de locura y lucidez». «En España hay 1.800.000 personas diagnosticadas de depresión, pero hay mucha sin diagnosticar. Conozco a muchos. Y solo les dan antidepresivos y se les culpa por ser perdedores y no tener pensamientos positivos. Pero yo me pregunto si no hay más locura en esa caterva de desalmados con total falta de humanidad que lleva al mundo a la ruina». 

TRAS EL RASTRO DE LA CHATARRA

Jorge Carrión y Sagar hacen visible la miseria de los 'metaleros' de Barcelona

Un inmigrante pasa a tu lado por la acera con un carrito de supermercado y se detiene frente a un contenedor de basura. Abre la tapa y su cuerpo desaparece hasta la cintura en su interior. Está buscando cualquier cosa susceptible de ser revendida, cartón, trastos viejos, el codiciado metal... Es un chatarrero ilegal. «Es un fenómeno que lleva años ocurriendo en Barcelona. Pero de tan visible acaba siendo invisible e ignorado por la mayoría de los ciudadanos. Tengo amigos que lo han descubierto hace apenas un año», constata el escritor y periodista Jorge Carrión (Tarragona, 1976), quien junto al dibujante Sagar Forniés (Zaragoza, 1974) ha recorrido durante un año distintos escenarios de la ciudad y entrevistado a los protagonistas de un submundo miserable que se han multiplicado con la crisis. El resultado es un reportaje de investigación en forma de cómic: Vagabundos de la chatarra (Norma, a la venta el próximo viernes).

El objetivo era «señalar un problema e intervenir en el retrato de la realidad», dice Carrión. Una realidad donde el carrito de supermercado es «herramienta de trabajo y hogar portátil» y los cajeros, albergues nocturnos, y en consecuencia, el banco y el súper, «emblemas de la sociedad de consumo, devienen símbolos de la precariedad». «Es una crónica no solo de la inmigración y la precariedad -aclara-, sino de Barcelona y del concepto de ciudad que los políticos quieren, y de la que desean los ciudadanos. La que hemos visto es más como la Baltimore de The Wire».

Montados en bici y pertrechados de sendos cuadernos, Carrión tomando notas y Sagar dibujando, han seguido el rastro de la chatarra en el puerto, hablando con un estibador; en los aún en construcción nuevos Encants Vells de las Glòries, viendo al arquitecto, Fermín Vázquez; en los viejos encantes, al otro lado de la plaza, en una subasta nocturna; y en chatarrerías legales e ilegales diseminadas por los barrios del Poblenou y el 22@, donde acuden a vender la chatarra recogida los metaleros. La mayoría son inmigrantes rumanos, gitanos y africanos que trabajan ilegalmente y subsisten en viejas fábricas vacías. Tras patear 30 kilómetros de calles pueden sacarse 20 euros por 100 kilos de hierro.

«Es duro porque ves las condiciones de vida en las naves okupadas, donde también hay gente como tú o como yo que se quedó sin trabajo», lamenta Carrión. Una de las que visitaron era en la calle Puigcerdà, donde había 300 personas y que, tras mucho ruido mediático, la policía desalojó en el 2013 por orden del ayuntamiento. Pero eso no soluciona el problema, dicen, pues a un desalojo sigue una nueva okupación en otra nave cercana.

Varios chatarreros, como el rumano Vasile, los senegaleses Williams y Kheraba (que luego participaría en el proyecto artístico 25% para la Bienal de Venecia), y españoles como Juan, de Badalona, o un feriante jubilado al que no le llega la pensión, les contaron sus historias. «Vimos momentos de fragilidad y miseria impresionantes», admite Carrión. «Creas una coraza, te endureces e intentas no empatizar -asume Sagar. Yo me desmarcaba centrándome en el dibujo. Trabajar de pie frente a los entrevistados ya te condiciona el acabado, que no transmite ninguna sensación de alegría. Pero es que en sus palabras no había ni alegría ni esperanza». 

LA PLAGA DEL FIN DEL MUNDO

Carlos Giménez revisita el futurista relato de Jack London 'La peste escarlata'

Habla «de Revolución, del Fin del Mundo y de la inevitable condición del ser humano». Para lo primero usó «un poco de la Revolución Francesa y un mucho de la Setmana Tràgica de Barcelona, que fue una revolución pequeñita pero con mucho fundamento» y lo aderezó con noticias actuales de la prensa. Para lo segundo y tercero acudió a Jack London. Carlos Giménez (Madrid, 1941) vuelve, apenas medio año después de terminar el quinto y último álbum de su biografía del dibujante Pepe González, con la versión libre del apocalíptico y distópico relato futurista del autor estadounidense, La peste escarlata (en librerías el 27 de marzo, publicado por sello de Panini Evolution cómics).

«Es también -cuenta en la introducción el autor de Paracuellos, Barrio y Los profesionalesun tebeo de aventuras, un relato de seres que luchan contra seres que abusan (...) una historieta de buenos y malos», «intencionadamente ejecutada para molestar a algunos». Porque un combativo González deja que el «lector de esta triste época que nos ha tocado vivir -el principio del siglo XXI-» vea reflejada en el espejo su propia sociedad, «devastada, desmantelada de derechos y empobrecida por los gobernantes y los dueños del dinero con el falaz pretexto de la crisis».Como en el relato que Jack London escribió en 1912, en esta revisitada peste escarlata, un anciano, superviviente de joven de una civilización exterminada por una devastadora plaga, cuenta a sus nietos en un prehistórico 2063 cómo era su tecnológicamente avanzado y desaparecido mundo: una sociedad donde «una casta» dominante de banqueros, jueces, curas y políticos corruptos ha despojado de todo al resto, trabajadores explotados o sin empleo, desahuciados..., donde algunos se rebelan y se unen a «la limpia», decapitando y ahorcando a los privilegiados.

Sin embargo, la peste no distinguía a oprimidos de opresores. Y en el futuro distópico de esta historia de política-ciencia ficción, el ser humano demostrará que el gen de la dominación es «eterno» y que se reencarna en las figuras del «sacerdote, el soldado y el rey».