DRAMA

'La vida de Pi', fe en el poder del cine

NANDO SALVÀ

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La vida de Pitransita la delgada línea que separa la verdadera trascendencia de la mera palabreríanew age, y el punto donde usted sitúe esa línea determinará su nivel de tolerancia a la película. Es cierto que, mientras nos anima a cuestionar si nuestra existencia está predeterminada o si es solo una sucesión de acontecimientos arbitrarios, caóticos y a veces terribles, Ang Lee se excede dejando claro todo el simbolismo que no quiere que se nos pase por alto, y aun así, en última instancia, es incapaz de enfrentarnos con nuestras nociones preconcebidas sobre la fe.

Pero, por otra parte, durante buena parte de La vida de Pi las metáforas se ven soterradas bajo la inmediatez y la intriga que transmite la lucha por sobrevivir de Pi y el tigre Richard Parker, puntuada esta por incontables momentos de avasalladora riqueza visual: ballenas incandescentes, una extraña isla tal vez carnívora, un barco hundiéndose en el océano a cámara lenta, todo ello plasmado con precisión y belleza indescriptibles. Y esas imágenes son más que imágenes bellas: su profundidad y su complejidad nos adentran más en el periplo de Pi y nos obligan a empatizar de forma más completa con su drama. Por eso, a pesar de que desde la primera escena sabemos que el héroe sobrevivirá, su aventura resulta absolutamente apasionante. Puede, pues, que Lee no nos haga creer en Dios, pero sin duda nos hace creer en el poder del cine, incluso en la era de los efectos especiales generados por ordenador. Y eso, qué duda cabe, es un logro significativo.