NUEVO TRABAJO TRAS 'Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End

Truffaut, del fotograma a la acuarela de Paula Bonet

LÁPIZ, ACUARELA Y TINTA 3Truffaut y su actor fetiche, Jean-Pierre Léaud (derecha), que encarnó al personaje de Antoine Doinel, el álter ego del cineasta, bajo el pincel de Bonet.

LÁPIZ, ACUARELA Y TINTA 3Truffaut y su actor fetiche, Jean-Pierre Léaud (derecha), que encarnó al personaje de Antoine Doinel, el álter ego del cineasta, bajo el pincel de Bonet.

ANNA ABELLA / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Antes de que un tumor cerebral le venciera en 1984 a los 52 años, François Truffaut, icono de la Nouvelle vague y símbolo del cine francés, rodó 21 películas en las que se mezclarían ficción, realidad y autobiografía, «literatura, homenajes al cine y al teatro y, sobre todo, deseos, fantasmas y obsesiones, y una colección de triángulos». Y en esos triángulos amorosos se han centrado los lápices y pinceles de Paula Bonet (Vila-real, Castellón, 1980) para, cambiando de registro tras el éxito de su primer libro, Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End,Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End rendir con 813 813(Bridge) un personal homenaje a la vida y filmografía de un cineasta que para la ilustradora valenciana se ha convertido en referente y obsesión.

«Sus películas son aparentemente muy sencillas pero tienen contenidos muy complejos y están llenas de guiños, vasos comunicantes y temas que se recuperan entre unas y otras», explica Bonet en su estudio con vistas a una esquina del Eixample barcelonés. Uno de ellos son esos triángulos amorosos, que halló en Jules y Jim Jules y Jim(1962) -«un himno al amor y la muerte»-, La piel suave La piel suave(1964) y La mujer de al lado La mujer de al lado(1981), tres filmes, «muy distintos entre sí, pero con muchos puntos en común, que contienen mucho del conjunto de su obra y todo lo que él era y permiten ver su evolución como cineasta».

Las tres películas conforman la segunda parte de 813La primera, que recorre partes de la biografía de Truffaut, es otro triángulo -«metafórico»- nacido en su ópera prima, Los 400 golpes (1959), y cuyos vértices fueron el propio cineasta, su personaje y álter ego -Antoine Doinel-, y Jean-Pierre Léaud, quien lo encarnó en cuatro cintas convirtiéndose en su actor fetiche y amigo inseparable, tanto que la gente les confundía.

PADRE AUSENTE

El actor, que en ese primer filme tenía 14 años, fue creciendo a la vez que el personaje de Doinel (ambos eran solitarios, antisociales y rebeldes) y compartía con este y con el director una niñez difícil. «Truffaut buscaba respuestas a su propia y complicada infancia, en la que no encontró amor y fue ignorado por sus padres y profesores. Es sorprendente cómo se refugiaba en autores como Balzac y Victor Hugo y en las salas de cine», en las que se colaba sin pagar por lavabos o salidas de emergencia haciendo campana.

Su madre no lo soportaba, decía Truffaut. Fue un hijo no deseado y fueron sus abuelos quienes le cuidaron los primeros años. Y entonces surge el foco de otra de las obsesiones que trasladaría a la pantalla, «la ausencia de la figura paterna». Por azar descubrió que quien creía que era su padre era en realidad su padrastro y que desconocía quién era el biológico. Con 15 años conoció al crítico de cine André Bazin, uno de los fundadores de Cahiers du Cinema, quien le trató como a un hijo, le brindó afecto y protección (le rescató de un centro de menores y de desertar de la mili) y le ofreció trabajo como crítico de cine encarrilando su carrera.

NÚMERO FETICHE

Fruto de dos años de trabajo, revisando escritos, libros, películas y visitando localizaciones en París -y con su particular estilo en acuarela, lápiz de grafito, tinta china y textos a mano con pincel-, 813 debe el título a uno de los guiños recurrentes del cineasta. «Además de acercarme al público de ...The End, quería que el cinéfilo no se sintiera decepcionado y usé ese número que él siempre utilizaba en sus películas, ya fuera una matrícula, el número de una habitación de hotel. En El último metro un judío que se esconde de los nazis en un sótano de París grita al salir 'he estado 813 días y 813 noches encerrado'. Él adoraba a Maurice Leblanc, que tenía una novela titulada 813 y ese era su homenaje al escritor».

La obsesión de Bonet por Truffaut nació cuando la artista tenía 20 años y descubrió La noche americana en una clase de Bellas Artes y Fahrenheit 451 en un vídeo que regalaba un periódico un domingo. Ahí empezaron continuas visitas a un videoclub de cine de autor. Hoy sigue revisando una película suya cada uno o dos meses. «Me he dado cuenta de que mi obra tiene más cosas de él de las que creía: el gusto por los primeros planos, usar la autobiografía como vehículo para hablar de otros temas... [silencio] Y el caos. Emitir muchos mensajes. Ir hacia adelante y hacia atrás per al final ver que hay un orden dentro de ese caos», asume esta artista que cambió el óleo por la ilustración al ver que con esta lograba gracias a las redes sociales [hoy con más de 270.000 seguidores] una repercusión que nunca consiguió con sus cuadros.

«Truffaut transformaba en arte todo lo que le angustiaba o sobresaltaba. Creo que se estuvo buscando a sí mismo toda la vida a través de sus películas, necesitaba volcarse en ellas para distanciarse y ser objetivo y entender así lo que le preocupaba», opina Bonet, a la que, además del amor también le interesa la presencia de la muerte en sus obras. «Sus personajes masculinos están perdidos y los femeninos son los que tienen la llave y suelen decidir el desenlace de la historia». Rebusca la ilustradora en el primer cuaderno en el que apuntó ideas para 813 y halla una cita de la última escena de Domicilio conyugal, dicha por Doinel/Léaud: «Odio todo lo que se termina. Todo lo que tiene un final».

TRES PELÍCULAS ELEGIDAS

Los fotogramas que acompañan esta noticia, y las ilustraciones que Bonet realiza de ellos, pertenecen a las tres películas que la autora elige en '813' porque contienen «todo lo que Truffaut era».

1. JULES Y JIM (1962)

«Es un himno al amor y la muerte. La película perfecta para hablar de cómo le obsesionaba la literatura, ejemplo de cómo adaptaba un libro al cine. Tardó mucho en escribirlo y fue un éxito de taquilla y crítica. Presenta una relación alegre y fácil, donde los tres respetan y conocen los actos de los otros», dice Bonet sobre este triángulo de dos hombres y una mujer, basados en personajes reales, uno de ellos el autor de la novela, Henri-Pierre Roché. Con Jean Moreau como estrella, la ilustradora destaca esta cita: «Me dijiste: Te amo. Yo te dije: Espera. Iba a decir: Tómame. Y me dijiste: Vete».

2. LA PIEL SUAVE (1964)

«Es la antítesis de Jules y Jim. Es un guion propio que escribió rápido, rodó en dos meses y fue un fracaso. De ella destacaría la dureza, está llena de mentiras», opina la ilustradora. Truffaut pensó que debía ser «una película indecente, totalmente impúdica, bastante triste, pero muy sencilla».

3. LA MUJER DE AL LADO (1981)

«Sirve para ver cómo ficción y autobiografía se confundían en su cine», explica Bonet, sobre esta «obsesión llevada al extremo», protagonizada por Gérard Depardieu y Fanny Ardant, la última pareja de Truffaut. «Pone a su mujer interpretando una crisis nerviosa que él sufrió 10 años antes, cuando estaba con su anterior esposa».