ESTRENO EN EL TEATRE LLIURE

Toni Servillo: «Soy un actor artesano, no de multinacional»

El actor protagoniza y dirige la obra 'Le voci di dentro', de Eduardo de Filippo

Toni Servillo, ayer en el Teatre Lliure de Montjuïc, que acoge 'Le voci di dentro'.

Toni Servillo, ayer en el Teatre Lliure de Montjuïc, que acoge 'Le voci di dentro'.

IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

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EI sonido y la imagen, tras los ventanales, de unos skaters en la plaza Margarida Xirgu, interrumpe la conversación. «¡Oh, bravo, qué cosa más bonita, como en Nápoles o Nueva York!», exclama. «Esto en ciudades como Milán no pasa». Tampoco sucedía en la Roma noctámbula por la que Toni Servillo (Afragola, Italia, 1959) se paseaba en La gran belleza, embutido en el cinismo y la desilusión de Jep Gambardella. Puro disfraz, aclara. «No tenemos nada en común. No tiene nada que ver conmigo. Nada», suelta tajante sin concretar si le inspiraba envidia o pena. «El público es el que debe decirlo. Yo me limité a interpretarlo», declara, quizá cansado del personaje que le dio la fama, el Oscar (mejor película en lengua no inglesa) y el que le ha llevado, y de eso se congratula enormemente, a llenar las plateas. Y es que Servillo es, ante todo, un hombre de teatro.

El aclamado actor llega este miércoles al Teatre Lliure de Montjuïc de la mano de su director artístico, Lluís Pasqual -«un amigo y gran director al que admiro», dice Servillo-, para subirse al escenario con Le voci di dentro, una comedia negra de Eduardo de Filippo que también dirige. En su debut en Barcelona (hasta el sábado) tras su paso por Temporada Alta el pasado año y por Madrid, se mete en la mente confusa de Alberto Saporito, un hombre que sueña que unos vecinos han matado a un amigo, se lo cree y los denuncia. La guerra de sospechas y acusaciones estalla.

 -El sueño que tiene su personaje destapa las vilezas humanas. Ese declive de los valores que dibujó De Filippo se repite hoy. ¿El ser humano no aprende?

-Yo creo que no es un texto pesimista. No propone una vía sin retorno. El autor pone una alarma, un aviso por la indiferencia espiritual e impunidad hacia los delitos, y nosotros somos los intérpretes que debemos lanzar esa alarma a la sociedad. Ese es el papel de las artes escénicas.

-¿Usted no ha perdido la esperanza en este mundo?

-No, si la hubiera perdido no estaría aquí llevando a escena esta obra. No tendría un espectáculo con tanto público y no habría tantos chicos en la universidad y en las escuelas de teatro. Todo eso es positivo.

-¿En que conecta la obra con el presente?

- Eduardo la escribió a finales de la segunda guerra mundial, en un país devastado, y su intención era retratar las miserias morales, algo totalmente actual. Hoy se vive en una atmósfera de impunidad e indiferencia brutal. Los crímenes morales o de sangre son legítimos, son algo normal. Por supuesto, el autor le ha dado una dimensión cómica a algo muy trágico. Trata asuntos complejos con humor. Es el Molière italiano. La obra, en una atmósfera suspendida entre la realidad y la ficción, habla de las consciencias culpables de los personajes y, por extensión, del público.

-Algunos confiaban que la crisis serviría para reactivar los valores de la sociedad, pero la caída continúa. ¿Qué futuro ve usted?

-Yo creo que si la crisis continúa, y se vive de una manera económica violenta, solo hay dos alternativas. O llegará una revolución cruenta que lo desmontará todo. O bien los hombres, quizá en próximas generaciones, decidan un reequilibrio del poder, de la riqueza y de la justicia. No veo otras alternativas.

-En su país, algunos habían puesto las esperanzas de cambio político en el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo, pero ya está de capa caída. ¿Qué piensa de ese movimiento?

-Es cierto que muchos italianos creían en Grillo; que podía dar muestras de un cambio, pero otros muchos no lo veían así. Y al final él mismo ha caído en sus contradicciones, creo que ha multiplicado mucho la confusión en el movimiento y lo ha puesto en crisis. Tengo esa impresión.

-Usted ha triunfado en el cine (Gomorra, Il divo, La gran belleza, Viva la libertà...), pero su vida han sido las tablas. En 1977 fundó el Teatro Studio di Caserta y también fue miembro fundador del Teatri Uniti di Napoli. ¿No le ha cambiado el éxito?

-No. Mi vida consiste en ir de gira con mis espectáculos. Unos 150 días al año estoy subido en un escenario. He tenido la suerte de hacer películas que me han dado fama y ha hecho que más gente vaya a verme al teatro. Pero ese éxito no ha modificado nada más: sigo siendo un hombre de teatro, artesanal, no un actor de multinacional. Es como cuando vi un doble anuncio en Milán: un maestro chocolatero de una multinacional junto a un artesano de una pequeña firma pero de calidad. Yo soy el artesano. Y me enorgullece mucho.

-¿Qué teatro le interesa, como actor y director?

-Vengo de una generación que ama el teatro como acto de comunicación, no como ideología. No me interesa el teatro complicado para tener las salas vacías. Lo importante es un actor recitando un texto. La calidad del espectáculo radica en su eficacia emocional. Pongo toda la energía en eso.

-¿Y en cuanto al repertorio?

-Soy un director tradicional. No me interesan los simulacros de la modernidad sino que los pensamientos se traduzcan en emociones. No quiero actualizar los clásicos. Para mí todos los textos son actuales si son capaces de emocionar. Busco que una obra antigua parezca nueva, como si se representara por primera vez, eso es señal de que siguen vivas. Y escojo a actores que quiero mucho para crear cada día la obra y evitar la monotonía. Una peculiaridad de De Filippo es que grabó sus piezas para la televisión, y así enriquecía sus escritos, los revivían. Nosotros también grabamos en directo esta obra para la tele y fue un éxito. Logramos más audiencia, en una tarde de domingo, que un partido de fútbol.

-¿Qué es el teatro para usted?

-Es una fiesta para los sentidos y la inteligencia.

-Esta vez ha invitado a su hermano, Peppe Servillo, a la fiesta. Es su debut teatral.

-Sí, es la primera vez que hace prosa en el teatro. Peppe es un cantante muy conocido en Italia, y en esta incursión escénica hemos trabajado con mucho entusiasmo. La gracia está en que interpretamos a dos hermanos en la ficción y eso ha dado un juego divertido al público.

-Hablando de música, usted es un apasionado del flamenco, ¿cómo lo conoció?

-Fue hace muchos años, por amigos y conocidos. Primero conocí las canciones de Camarón de la Isla, y luego también a Tomatito, Paco de Lucía... Es una música maravillosa, muy hermosa.

-¿Se ha dado ya un paseo nocturno por Barcelona?

-Aún no. Estuve hace mucho tiempo. Hoy vamos a ir al Gòtic.