CRÍTICA DE CINE

'Tomb Raider': Una Lara Croft más terrenal

Quim Casas

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Roar Uthaug, cineasta noruego que en su anterior filme, 'La ola', probó el cine de catástrofes ambientado en los fiordos de su país, realiza con 'Tomb Raider' una excursión por el cine de acción y aventuras más ochentero que actual, efectos digitales al margen.

En relación a las dos películas sobre Lara Croft protagonizadas por Angelina Jolie a principios de la pasada década, esta nueva versión o 'reboot' presenta, a través de la expresividad de Alicia Vikander, a una heroína más terrenal. Cierto que corre, pelea y dispara flechas como nadie, pero, más que de acción en el sentido estricto del término, 'Tomb Raider' es una película de caídas y golpes. Un cuerpo vapuleado que sobrevive gracias a la inteligencia innata del personaje y su capacidad sobrehumana para soportar el dolor.

No hay muchas más novedades en una trama bastante espesa, que gira en torno al misterio del féretro de una mujer japonesa escondido en una isla remota a la que se llega pero de la que no se sale. Lara busca a su padre, su padre busca situaciones sobrenaturales para paliar la pérdida de su esposa muerta, el villano busca el secreto escondido en la isla y nadie se busca realmente a sí mismo porque apenas hay conflictos dramáticos dignos de mención.

La película va de la acción en apariencia trepidante pero poco consistente, caso de la carrera de bicicletas por el East London que sirve para demostrar lo hábil y risueña que puede ser la protagonista, a algunas buenas ideas de diseño de producción, como el viejo y oxidado armazón de un avión siniestrado que pende en lo alto de una catarata torrencial. Los personajes carecen de matices, incluyendo a la propia Lara, y el final abierto anuncia, si es que esta tiene el suficiente éxito comercial, una pronta continuación con la heroína terrenal enfrentada a logias y trinidades.