hielo y canibalismo

'The Terror', la pesadilla ártica del hombre que se comió sus botas, llega a su fin

La serie, aunque el 'spoiler' se conoce desde hace 150 años, concluye con emoción y con un soberbio Jared Harris

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Carles Cols

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En agosto del 2016, con billetes de hasta 120.000 dólares por pasajero, más un depósito de 50.000 dólares reembolsables en caso de que no fuera necesario un rescate, el crucero de lujo Crystal Serenity realizó la primera ruta turística por el mítico Paso del Noroeste, el atajo entre el Atlántico y el Pacífico que con grandes tragedias y ningún éxito trataron de encontrar durante buena parte del siglo XIX decenas de expediciones, entre ellas y tal vez la más famosa, la de John Franklin, para la prensa inglesa de la época, "el hombre que se comió sus propias botas". Y no mentían. Luego les cuento la receta. Las desventuras de la expedición de Franklin llegan a su fin este martes en The Terror, una de las pocas series que entre los estrenos de esta primavera no ha dejado fríos a los espectadores. Tiene su mérito a luz de las temperaturas con que transcurre la acción.

La muerte de los 129 miembros de la expedición Franklin, en la que no faltó el canibalismo entre camaradas, era un argumento que más pronto que tarde había que abordar

Como es preceptivo en estos casos, quedan todos avisados de que no se hallarán aquí más spoilers que el más obvio de todos, que se conoce desde hace más de un siglo y medio, que los 129 miembros de la tripulación de los dos barcos de aquella atrevida expedición, el HMS Terror y el HMS Erebusmurieron, no todos al alimón, lo que le quitaría intríngulis a la trama de la serie, sino de forma escalonada, tal y como las pistas descubiertas durante este último siglo y medio han permitido intuir. La más reciente de ellas y, sin duda, la más impresionante de todas, canibalismo al margen, por supuesto, saltó a los titulares de la prensa de todo el mundo en septiembre del 2014, es decir, dos años antes de que el Paso del Noroeste se abriera como una suerte de Rambla turística gracias a un cambio climático que ya hubieran deseado Franklin y los suyos cuando descubrieron el infierno blanco en el que se habían metido. Un robot submarino dio con el casco hundido del 'Erebus' (dos años más tarde apareció el 'Terror') y hasta se recuperaron algunos fragmentos de las tripas de la embarcación.

The Terror, lo dicho, se despide este martes por la noche, se supone que sin un final inesperado, porque sería un error histórico, nunca tan bien dicho, aunque sí con el indiscutible placer de disfrutar de unas escenas más a cargo de Jared Harris, notable actor hijo de Richard Harris, que interpreta (con gran semblanza física, por cierto) al capitán Francis Crozier, el último al mando de la expedición tras la sucesión de desdichas por las que ha pasado en los nueve capítulos anteriores la cadena de mando de los oficiales que lideraba Franklin al partir de Inglaterra.

Harris interpreta a Crozier, que en sus años mozos llegó a conocer a los últimos de la Bounty, que disfrutaron de un final más feliz que él, seguro que en todos los sentidos

Está Harris soberbio en el papel de un marinero irlandés que en la vida real llegó al Ártico con una biografía capaz de amenizar cualquier cena alrededor de la mesa del capitán. Llegó a bordo con la fama de haber cosechado grandes éxitos en la exploración de la Antártida, precisamente con los dos barcos protagonistas de la serie, el 'Erebus' y el 'Terror', bautismos funestos, sin duda, pero en el mar el nombre no hace la cosa. Ahí está, como botón de muestra, el caso de la Armada Invencible. Pero de la biografía de Crozier, el papel que interpreta Harris, merece no pasar por alto un detalle singular, del que tal vez se acordó en los últimos instantes de su vida, cuando le casteñeteaban los dientes. Con solo 18 años y como miembro de la tripulación del 'HMS Briton' conoció en las islas tropicales Pitcairn a los últimos supervivientes del motín del 'Bounty'. En comparación con lo que el destino deparó a la expedición de Franklin, tuvieron todos ellos un final más feliz, ejem..., en todos los sentidos de la expresión.

La receta

Tampoco es que Franklin se quedara corto en aventuras que contar. Por ejemplo, su participación en la batalla de Trafalgar, que no es poco. Pero lo que le gustaba recordar a la prensa inglesa era, cómo no, que en una anterior expedición pedestre por el noroeste de Canadà, él y su compañía terminaron por comerse no solo a un miembro del grupo, como parece que así sucedió, sino el cuero de sus botas, aderezado con liquen y grasa hervida. En una cultura gastronómica que despuntaba entonces por el pastel de riñones, eso pareció repugnante.

La cuestión, por volver a la serie, es que las historias navales de la Armada Británica han dado para numerosas novelas (mucha épica, por supuesto, a pesar de que según Churchill todo se reducía a dos palabras, “látigos” y “sodomía”), pero apenas ninguna transcurre bajo cero. He aquí, pues, lo interesante de The Terror, que literalmente explora un territorio pocas veces hollado.

La serie se basa en una novela muy pilla de Dan Simmons, literariamente nada del otro mundo, pero hábil, pues la expedición Franklin dejó por encima del paralelo 70 un rastro de pistas (tres momias por aquí, unos inuit estupefactos por allá, útiles más propios de Dontown Abbey dentro de un iglú…) que, como si se tratara de una partida de Cluedo, el escritor se limitó a ordenar con, eso sí, unas gotas de fantasía. Por momentos, este plus, la presencia de una bestia entre la bruma, parecerá innecesario a quienes decidan ahora adentrarse en la serie. Las noches árticas, el frío extremo, el escorbuto y el envenenamiento por plomo que padecieron los tripulantes (el terrible saturnismo, que tanto daño hizo a Goya como bien produjo a la historia del arte) ofrecen ya de entrada suficientes argumentos para construir un sólido relato sobre la fragilidad del alma humana. Pero lo fantástico no debería extrañar.

La novela de Simmons echa mano de la fantasía, sí, como todos los relatos polares del siglo XIX

Las expediciones en busca del Paso del Noroeste y, sobre todo, las que pretendían alcanzar como gran gloria el polo magnético o el geográfico, se emprendían con un total desconocimienro de lo que allí, en aquella inexpugnable frontera, se escondía. Lo común era dar por factibles teorías como la del geógrafo alemán Augus Petermann, convencido de que el polo norte era un gran mar de aguas templadas en las que habitaban cientos de especies por descubrir. O mejor aún, John Cleves Symmes, que convenció a más de uno de que la Tierra era hueca y estaba habitada, y que a ese continente por descubrir se accedía por los polos.

Franklin no se acercó suficientemente a esas latitudes, pero su infortunio y el de la docena larga de expediciones que después salieron en su busca y que mayoritariamente sufrieron idéntico destino, o sea, la Parca vestida de blanco, que también da yuyu, inspiraron unos pocos relatos fantásticos, como las aventuras juliovernianas del capitán Hatteras, que plantó un volcán en la coronilla de la Tierra, y, por supuesto y más tardía, una de las mejores novelas de ciencia ficción de la historia, La nube púrpura, de M. P. ShielLa nube púrpura, que mejor provecho que Pedrolo haría entre los estudiantes de secundaria si se la hicieran leer, pues el Mecanoscrit del segon origen no es más que una versión almibarada y blanda de aquel relato sobre el primer hombre que alcanza el Polo Norte y al volver a casa descubre que el resto de la Humanidad ha muerto (..."eso de quemar ciudades ha llegado a ser en mí un hábito que me encadena y me envilece más de lo que el opio haya podido encadenar y envilecer al fumador, es una necesidad, es mi vino, mi bacanal, mi pecado secreto...").

Tras los pasos de Franklin

No ha sido esta primavera muy fructífera en los huertos de Netflix, HBO, Amazon Prime Video, Movistar+ y Filmin. Ha habido cosecha, por supuesto, pero frutas tocadas, como la segunda temporada de El cuento de la criada, han dejado un mal sabor de boca. Es en este contexto en que The Terror se asoma como un relato distinto y, quién sabe, tal vez como el primer paso de otras aventuras no menos dramáticas que la de Franklin y los suyos.

Franklin murió al segundo año de la expedición que llevaba su nombre, justo al norte de la isla del Rey Guillermo, donde el HMS Terror y el HMS Erebus quedaron atrapados por el hielo. Expiró un último y sonoro aliento el 11 de junio de 1847. De ser cierto lo que se cuenta, la humedad del aliento, ahí por el norte, cae al suelo y tintinea cuando se congela. Doce años después, en lo que bien podría ser una segunda temporada de la serie, partió en su búsqueda uno de los más entusiastas exploradores del Polo Norte, Charles Francis Hall, convencido de que Franklin andaba por ahí haciendo con las esquimales lo que los de la Bounty con las polinesias. Cuando descubrió su error (los restos humanos le convencieron de ello), cambió de meta y eligió el polo como destino. No lo consiguió, por supuesto, pero hizo algo si cabe más difícil. Él y 18 marineros e inuits, tras una serie de peripecias, se quedaron sobre un enorme témpano de hielo a la deriva. Seis meses pasaron hasta que fueron rescatados por un ballenero. ¿Tiene o no esto mimbres para una segunda temporada?