Análisis

Sorpresa muy relativa

QUIM CASAS

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Parece que, últimamente, las decisiones de los jurados o de los miembros de esta o aquella academia cinematográfica están destinadas a sorprender al respetable; sorpresa, en todo caso, si de antemano se han establecido unos parámetros que no siempre tienen que coincidir con lo que piensa, o intuye, la mayoría. En el último festival de San Sebastián «sorprendió» la decisión del jurado de otorgar la Concha de Oro a un filme inclasificable como Los pasos dobles. En la Mostra de Venecia, todo el mundo daba como ganador el filme Shame y al final logró el León de Oro la versión de Fausto realizada por Alexkander Sokurov. También en Cannes la mitad de la platea se rasgó las vestiduras con la Palma de Oro para El árbol de la vida.

Lo mismo podría decirse con la victoria de Pa negre sobre La piel que habito como película española candidata a entrar en la lista de los cinco filmes con posibilidades de ganar el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Almódovar es un valor seguro, conocido y reconocido en Hollywood, y su película cuenta además con Antonio Banderas como protagonista, que es también un actor bien integrado en el cine norteamericano. Pero el filme sobre la posguerra rural firmado por Agustí Villaronga tiene otros rasgos, otras particularidades, que lo hacían también ser favorito en esta siempre complicada decisión. Quizá la principal sea que la película arrasó en los últimos Goya (además de en los premios Gaudí del cine catalán), y por pura lógica el filme bendecido por los Goya, premios creados por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, debía ser el destinado a competir con todo el cine de habla no inglesa de este año.

Habrá sido una decisión difícil, sin duda, dada la impronta de La piel que habito, la personalidad de Pedro Almodóvar, lo alejado que siempre ha estado el cine de Agustí Villaronga de los circuitos institucionales y ciertas comparaciones que podría establecerse con la tercera cinta de la terna, La voz dormida de Benito Zambrano, otro relato, pero tan distinto en todo, sobre la dura y agria posguerra española.

En todo caso, decisión valiente. En las quinielas de turno, Pa negre siempre habría estado por debajo de sus competidoras (cine rural, sin actores demasiado conocidos, en catalán, de un director que se mueve mejor en la independencia que en el cine industrial, aunque siempre ha apostado por una mixtura de ambos conceptos), por lo que su victoria -otra cosa será que pase la criba final de Hollywood, pero en cierto modo ya es una película triunfadora- puede tener más mérito aún.

Agustí Villaronga ha realizado con personalidad un encargo, dotando de rasgos muy propios, reconocibles desde su primera película, Tras el cristal, un material literario ajeno y procurando dar en todo momento un pulso particular, un sesgo dramático y una diferencia estética a una variante genérica tan socorrida en nuestro cine como son los relatos de posguerra. Solo queda felicitar a Villaronga sin desmerecer a los otros dos candidatos.